¿Qué le dice el proceso Sinodal a la formación de los presbíteros? Esta pregunta quiere invitar a las comunidades formativas a plantear la cuestión de la formación de los presbíteros en el contexto del actual momento eclesial. Formar presbíteros para una Iglesia Sinodal significa, entre otras cosas, pensar el ministerio ordenado a partir de la Iglesia, Pueblo de Dios y no al revés, esto es, pensar la Iglesia a partir de la jerarquía. Esta forma de pensar la Iglesia a partir de la jerarquía, sobre todo en el segundo milenio, ha contribuido a configurar estilos formativos que desdibujan el rostro del ministro ordenado como servidor del Pueblo de Dios, favoreciendo más bien un perfil «sacerdotal» sacralizado y clerical.
El pasado mes de octubre de este año 2024, cerraba la Iglesia la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos. Punto de llegada de un proceso de tres años de camino, diálogo y discernimiento. Comenzamos ahora el proceso de restitución a las Iglesias particulares del documento final que inaugura una nueva etapa. Entre los temas más importantes que surgieron está el de la relación entre los diversos sujetos de la Iglesia, la conversión de las relaciones y la formación. De manera especial, ha aparecido, ya desde el inicio, el tema de la formación de los futuros ministros ordenados.
Un ejercicio de escucha
Hace un año enviaba a algunos compañeros formadores de seminarios en América Latina una pequeña encuesta con el fin de conocer de primera mano cómo se estaba viviendo el proceso sinodal en las comunidades formativas. La muestra, muy pequeña, no buscaba establecer datos significativos, sino conocer un poco qué sensibilidad había entorno al proceso sinodal en estas comunidades. De los encuestados quisiera compartir las respuestas de dos seminarios: el Seminario Panamazónico Intervicarial del Perú y el Seminario San Carlos y San Ambrosio de la Habana. Dos realidades formativas con rasgos únicos, que desarrollan sus itinerarios de formación y acompañamiento en contextos complejos, pudiéramos decir de frontera. Las preguntas también pueden animar a los lectores, especialmente a los formadores, a preparar algún tipo de encuentro que ayude a facilitar el diálogo en torno al tema y, sobre todo, a leer los desafíos que plantea el proceso sinodal a la formación de los presbíteros.
La inmensa mayoría de las síntesis señalan la necesidad de proporcionar formación en el tema de la sinodalidad. Las estructuras no son suficientes por sí solas: es necesario un trabajo de formación permanente que apoye una cultura sinodal generalizada, capaz de articularse con las particularidades de los contextos locales para facilitar una conversión sinodal en el modo de ejercer la participación, la autoridad y el liderazgo para un desempeño más eficaz de la misión común.[1]
Hablan los seminaristas…
En la encuesta las preguntas fueron muy sencillas y apuntaban a la vivencia personal y comunitaria del proceso. Las dejamos a continuación para que se vean en su conjunto y puedan servir de guía en encuentros formativos.
- ¿Cómo he vivido el proceso sinodal?
- ¿Qué retos le plantea el camino sinodal a mi proceso formativo?
- ¿Cuáles son los rasgos del presbítero en una Iglesia sinodal?
- ¿El seminario me ayuda a formar este perfil sinodal?
- ¿Me prepara el seminario para vivir y ejercer la autoridad sinodalmente?
- ¿Cómo se puede superar el clericalismo desde el seminario?
- ¿Qué deberíamos tener en cuenta para formar en la sinodalidad?
Veamos a continuación sólo algunas respuestas.
Retos de una formación sinodal para el seminario:
- El proceso nos reta a estar atentos, disponibles a los demás, a saber, escuchar, a trabajar en equipo, es decir, todos juntos a pesar de nuestras diferencias…
- Nos reta a superar los modelos de «ordeno y mando» … ganando en apertura al diálogo, la colaboración y el trabajo en equipo. Esto presupone unas implicaciones prácticas directas en la vida interna del Seminario en orden a favorecer un ambiente de familiaridad y compartir fraterno que van disponiendo para una sana integración con los futuros hermanos en el presbiterio.
Rasgos del presbítero en una Iglesia Sinodal:
- Los presbíteros son los principales cooperadores del Obispo y por tanto forman con él un único presbiterio. Además, están llamados a servir con amor a los demás, mostrando el rostro misericordioso de Dios, velando y dando espacios de participación a los demás. Pero también el de ser transparente desde su propia vida…
- Hombre que se esfuerce por cultivar su vida interior. Sin Dios la búsqueda y emprendimientos de proyectos en común fácilmente se tuerce en defensa de posturas ideológicas y sectarismos
- El sacerdote, que hace las veces de «Cristo cabeza» en medio de la comunidad, ha de tener siempre presente que esta autoridad de la que participa ha de ser ejercida desde la entrega a los demás. Entrega, además, marcada ineludiblemente por el sello de la cruz. Es justamente esta entrega desinteresada la que es capaz de generar vida, suscitando comunión allí donde vaya. Y es desde aquí que podremos hablar de un auténtico camino sinodal, no porque forzamos una marcha conjunta sino porque juntos buscamos profundizar en la Verdad
Seminario y sinodalidad:
- El ritmo propio del Seminario no siempre deja tan clara la visualización de una autoridad ejercida desde la sinodalidad. Sin embargo, sigue siendo posible la aplicación de algunas dinámicas que ayuden al candidato a las Sagradas Órdenes a una asimilación progresiva de lo que ello implica. Valga, solo por poner un ejemplo, lo provechoso que resulta que en lo que a la vida comunitaria atañe los seminaristas puedan emitir sus criterios y participar en la toma de algunas decisiones.
Cosas para tener en cuenta:
- Conocer la realidad, la historia de la gente; favorecer un modelo de Iglesia que esté siempre en salida. Fomentar el valor de la escucha, a escuchar y a ser escuchado.
- Propiciar los espacios de trabajo en equipo, tanto en los destinos pastorales como en los distintos servicios dentro del Seminario. Esto ciertamente genera una cultura de comunión de la cual se irá apropiando gradualmente el candidato.
- Educar en la participación. Que no es sinónimo de «democracia» (el poder de la mayoría) sino que supone un ejercitarse en la toma de decisiones desde la madurez y la responsabilidad.
El meollo del asunto
Las respuestas a las preguntas que hemos planteado a los seminaristas confluyen en un punto: formar para un nuevo tipo de relaciones. Y esto es, precisamente, lo que plantea el documento final del Sínodo. La idea fundamental gira entorno a una premisa que apalanca el entero proceso de renovación y viene recogida de esta manera:
La formación para una Iglesia sinodal requiere ser emprendida en modo sinodal: todo el pueblo de Dios se forma junto al tiempo que camina junto. Necesitamos superar la mentalidad de delegar que encontramos en tantos ámbitos de la pastoral. Una formación en clave sinodal tiene la finalidad de permitir al Pueblo de Dios vivir plenamente la propia vocación bautismal, en familia, en los lugares de trabajo, en el ámbito eclesial, social e intelectual, y de hacer a cada uno capaz de participar activamente en la misión de la Iglesia según los propios carismas y la propia vocación.[2]
Esta es la novedad que plantea el proceso sinodal a la formación de los presbíteros: el Pueblo de Dios que camina junto ha de formarse junto. Esto significa que tanto los itinerarios formativos y sobre todo las estructuras deben repensarse en clave de un nuevo dinamismo relacional capaz de plantear un itinerario discipular-configurativo en el que todos participen y donde la ministerialidad se acoja desde la corresponsabilidad diferenciada, siempre en el marco de la Iglesia particular.
Elementos para tener en cuenta
- Acogida, cercanía y escucha son las actitudes que cualifican el estilo sinodal del ministerio de los presbíteros. Todas estas actitudes ponen en primer plano una identidad que se forma en las relaciones.
- La corresponsabilidad en la única misión adquiere una expresión adecuada cuando la colaboración de todo el Pueblo de Dios los implica a todos en el propio ejercicio ministerial incluido la toma de decisiones y el discernimiento de las tareas. Sin duda elementos que sitúan la relación al interno del Pueblo de Dios en un dinamismo activo de todos los miembros. Se puede comprender aquí el sentido correcto de la expresión: circularidad en el servicio que puede repercutir de manera efectiva en la superación del clericalismo.
- Los miembros de la comunidad eclesial que descubren juntos la misma llamada a seguir a Jesús y a vivir los valores del evangelio en el servicio de todos, comprenden que el seguimiento de Cristo y la ministerialidad se condicionan mutuamente.
La formación sinodal compartida para todos los bautizados constituye el horizonte dentro del cual comprender y practicar la formación específica necesaria para los ministerios individuales y para los diversos estados de vida. Para ello es necesario que se realice como intercambio de dones entre las diversas vocaciones (comunión), en la perspectiva de un servicio a realizar (misión) y en un estilo de implicación y educación en la corresponsabilidad diferenciada (participación).[3]
Conclusión
Formar presbíteros para una Iglesia Sinodal ha de suponer la capacidad de abrirnos a lo que el proceso de recepción de la eclesiología del Vaticano II nos está diciendo en este momento. La sinodalidad no es un modo de ser Iglesia, es la expresión de la comunión en la Iglesia y el horizonte donde el entero Pueblo de Dios acoge su identidad ministerial. Por tanto, la formación de los presbíteros debe plantearse siempre como un acontecimiento eclesial y una tarea que implique cada vez más a todos los sujetos que la conforman. Debemos comprender que la instancia formativa fundamental es la comunidad eclesial concreta, que acoge, acompaña y confirma la llamada. Esto quiere decir que, más allá de los contenidos y las estructuras, lo que forma son las relaciones que expresan la vitalidad del caminar juntos.
Pueden profundizar aún más en los siguientes artículos ya publicados en esta página:
[1] Secretaría General del Sínodo, «“Ensancha el espacio de tu tienda” (Is 54,2) Documento de trabajo para la etapa continental», n.o 82.
[2] XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, «Una Iglesia Sinodal en Misión. Informe de Síntesis», n.o 14.
[3] XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, «Una Iglesia Sinodal en Misión. Informe de Síntesis», n.o 147.
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