Pastoral de la Vocación

Integrar los medios formativos

Este artículo está escrito por Diego Hernández

La formación sacerdotal o en la vida religiosa, en su etapa inicial, cuenta con diversos medios que son conocidos tanto por los formadores como por los formandos. Sin querer entrar en los medios específicos de cada institución, encontramos distintos medios generales. La oración, el estudio, la dirección espiritual, los retiros, el proyecto de vida, el apostolado, el servicio en la casa… Pudiéramos continuar señalando otros tantos. ¿Cómo se deben integrar estos medios formativos para la?

A la hora de ordenarlos, es posible que no sepamos bien cómo interactúan entre sí. Tal vez no tengamos claro cómo deben servir al objetivo común al que se encamina la formación en los años previos a la ordenación o a la profesión. Por ello, trataremos de ofrecer algunas pistas que han de desarrollarse en torno al proyecto formativo.

Una problemática heredada

A nadie escapa que somos hijos de una historia. Esto tiene cosas muy positivas, porque nos encontramos ya con una bagaje, una experiencia y unas herramientas que son válidas. Pero tiene cosas menos positivas, por ejemplo la inercia a la hora de tomar decisiones. O la falta de sentido crítico para evaluar la eficacia de lo que hacemos. El «siempre se ha hecho así» es un arma de doble filo.

Dicho esto, debemos hacernos conscientes de que comúnmente organizamos, por una parte, un calendario de actividades formativas con «lo que se ha hecho siempre». Por otra tenemos un plan de formación para el que ponemos los medios acostumbrados. Esto arroja, casi siempre, un índice alto de «desconexión» entre lo que queremos conseguir y lo que en efecto hacemos. Y no es que los medios, en sí, sean negativos. Más bien que, por seguir usándolos en la forma de siempre, no les estamos sacando su máximo provecho. Pongamos un ejemplo sencillo de por dónde va esta «desintegración» de los medios con respecto a los objetivos:

Trabajamos en el primer año de la formación la identificación vocacional, por ejemplo, o la identidad carismática. Los estudios son de filosofía; las charlas son sobre la historia del instituto, los retiros son variados: sobre adviento, cuaresma, sobre la oración, sobre la vida comunitaria, sobre la pobreza, sobre María…; las entrevistas con el director espiritual tienen que ver con temas muy variados, a veces con características más propias del psicoanálisis; si hay entrevista con el formador es para ver si se está levantando a la hora o si llega puntual a la capilla, o para revisar las notas obtenidas en las clases… La oración se deja a la libertad e iniciativa de cada uno para orar sobre el evangelio del día, o sobre alguna lectura espiritual (igualmente desconectada de todas las otras cosas).

El resultado de lo anterior es la desintegración propia de tener que atender a cosas muy distintas. Al finalizar el curso, podremos decir: ha cumplido con todo. Pero tal vez deberíamos preguntarnos: ¿hemos puesto, como formadores, los medios más oportunos para alcanzar los objetivos que nos proponíamos en el plan?

Lo bueno, enemigo de lo mejor

Cuando establecemos un plan y nos trazamos unos objetivos, contamos, por así decirlo, con unos «medios tipo». Nadie va a inventar el agua tibia. Los encuentros, las charlas formativas, los diálogos con distintos invitados que pasan por la casa de formación, las mismas clases, la lectura espiritual, el retiro mensual… Todo estas herramientas deben ser puestas en orden al plan, y no simplemente «puestas».

Esto exige de los formadores la organización necesaria de los medios y de sus contenidos. Es bueno que haya un retiro sobre la pobreza evangélica. Pero será mejor si se coloca en un punto de la formación donde pueda ser más aprovechado. Es bueno que se reciban visitas en la casa y que ofrezcan su testimonio de fe. Pero es mejor si conseguimos enganchar con aquello que los jóvenes en formación están viviendo en ese tiempo. Es bueno orar. Pero será mejor darle un contenido a la oración que tenga en cuenta el propio proceso, el objetivo a conseguir, la madurez espiritual del candidato.

De esta manera, creo que caemos en la cuenta de que, con frecuencia, nuestros medios formativos están desintegrados. Y lo que necesitamos buscar es justamente la integración de los medios. ¿De qué manera? Veamos algunos sencillos tips.

Un proyecto con objetivos claros

Trazar un plan formativo es una necesidad. Los documentos de la Iglesia se refieren a él de modo inequívoco:

El Obispo diocesano (o los Obispos interesados, en el caso de un Seminario interdiocesano), ayudado por el equipo de formadores del Seminario, tiene el deber de elaborar un proyecto de “formación integral”, llamado también itinerario formativo, y de promover su aplicación práctica, respetando las diversas etapas y el proceso pedagógico correspondientes. Teniendo como referencia la Ratio fundamentalis, este proyecto tiene como meta aplicar la normativa de la Ratio nationalis y la visión pedagógica que la inspira, de acuerdo con la realidad y las exigencias de la Iglesia particular, teniendo en cuenta el origen cultural de los seminaristas, la pastoral de la Diócesis y la propia “tradición formativa”.

Ratio Fundamentalis 10

El derecho propio (de los institutos) debe determinar el plan de (la) formación y su duración, teniendo en cuenta las necesidades de la Iglesia y la condición de los hombres y las circunstancias de los tiempos, tal como exigen el fin y el carácter del instituto.

CIC 659 §2 (Citado en ORIENTACIONES SOBRE LA FORMACIÓN EN LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS)

El proyecto formativo o plan para la formación se convierte no solamente en el compendio de objetivos que deben alcanzarse. También es carta de navegación para llegar a buen puerto. En cierta manera, el proyecto establece un marco de principios orientadores, de metas a alcanzar y de medios y actividades para poder alcanzarlas. Por ello, solo cuando el plan de formación traza los grandes propósitos es posible luego acomodar los medios. Esto, en teoría, es fácilmente asumible. La dificultad viene cuando nos sentimos presos de los medios de siempre. Y en verdad, estos medios, en líneas generales, no hay que eliminarlos o cambiarlos por esnobismo. Más bien, necesitamos integrarlos en orden al plan.

La conclusión parece clara: solo cuando tenemos un plan con objetivos adecuados podremos integrar los medios formativos con respecto a ellos.

Una justa gradualidad

Los medios se vuelven más oportunos cuanto más se adaptan al proceso personal de cada candidato. Eso nos señala que la oración, por ejemplo, debe adquirirse como algo propio de la vida cristiana. Pero a la vez, como algo que se va asumiendo de manera paulatina, poco a poco, a cada cual según la medida de su crecimiento espiritual. Lo mismo se puede indicar de la profundidad de los retiros. De esta manera, pasamos del menos al más. Los medios se integran cuando a lo largo del itinerario se van ordenando gradualmente.

Si desde el primer momento cargamos al joven con las prácticas de un profeso, lo normal es que se sienta aplastado por un sinfín de exigencias. Y ello por no decir que a no pocas no les encontrará sentido. Una adecuada preparación será la que ofrezca al candidato, poco a poco, las herramientas propias de la vida consagrada o del sacerdocio. Gradualidad en los medios implica establecer procesos adaptados a los diferentes ritmos y circunstancias personales de maduración. Eso no significa hacer planes a la carta, que muchas veces no se sabe ni cómo empiezan ni dónde terminan. Pero sí supone establecer un proyecto teniendo en cuenta que la situación de origen debe ser específicamente comprendida. Nunca supuesta ni mucho menos menospreciada.

Teniendo en cuenta la especificidad de estos institutos y los medios indicados para mantenerla fielmente, su programa de formación insistirá especialmente en algunos puntos que han de ser tratados gradualmente en las sucesivas etapas de la formación. Es preciso señalar desde el principio que el itinerario de formación será en ellos menos intenso y más informal

La formación en los institutos religiosos, 75

Así pues, ni todo al principio, ni todo para el final. Orgánicamente, se van introduciendo elementos que se adapten mejor al desarrollo dinámico de la formación.

Hacer girar la tuerca

La imagen que creo que puede iluminar la integración de los medios es la de una tuerca que gira. Cada lado de la pieza tiene que recibir un empuje que la haga girar. De nada nos sirve hacer demasiada fuerza por un solo sitio o aplicar una mayor intensidad en puntos al azar. Tampoco es muy útil ir alternando entre las caras, pensando que la tuerca va a girar. Ni siquiera apretando por todos los lados la tuerca girará, a menos que todas las caras sean movidas en la misma dirección.

Así puede sucedernos en la formación: o bien nos empeñamos en ir pasando de un medio a otro: primero la oración, o nos centramos en la entrevista de acompañamiento, o ponemos el acento en el estudio… Todos los medios han de integrarse en torno al objetivo, y por eso es necesario que «empujen» en la misma dirección, armónicamente. Pongamos un sencillo ejemplo:

Seminarista de 2º año: trabaja en el primer mes del curso la libertad interior; en los estudios filosóficos se esfuerza por descubrir cómo el hombre, desde siempre, trata de vivir esta libertad y cómo, sin embargo, se siente preso o esclavo de sí mismo, de su historia…; en la oración, medita los textos acerca de la libertad de Jesús (ante las autoridades, ante la ley, ante los fariseos, ante las costumbres judías…); en el diálogo con el director espiritual, busca algunas pistas para profundizar en la libertad que él mismo debe adquirir, a la vez que descubre qué cosas le atan; el retiro de este mes ayuda a considerar la libertad cristiana como un proceso de liberación del pecado para amar más profundamente a Dios y servir a los hermanos; en la entrevista con su formador dialoga sobre aquellas ocasiones en que él quisiera ser más libre, pero no lo consigue, o sobre cómo tiende a «atarse» a otros compañeros sin darse cuenta…; en el apostolado hace un esfuerzo por servir con mayor decisión a los otros, como ejercicio de la propia libertad que se compromete amorosamente en el plan de Dios.

En este ejemplo, un tanto idílico, hemos tratado de mostrar cómo se van articulando los medios en torno al objetivo propuesto. No tener esto en cuenta sería, por ejemplo, tener la oración sobre la vida del santo Cura de Ars, hablar con el director espiritual sobre la situación familiar, hacer pastoral en la formación de los ministros de la comunión, estudiar a Kant, tener un retiro sobre el Corazón de Jesús y conversar con el formador sobre las veces que llega tarde a la capilla o por qué tiene que limpiar mejor el comedor. Esta es la viva imagen de la dispersión de los medios, que difícilmente lograrán alcanzar un objetivo determinado. Hay que decirlo nuevamente: no es malo un retiro sobre el Corazón de Jesús ni plantear la situación familiar, ni leer la vida de San Juan María Vianney. Pero tal vez, en orden a la meta formativa que se debe alcanzar, no es lo mejor.

A vueltas con el proyecto de formación

Al finalizar estas sencillas reflexiones, me gustaría hacer hincapié en el elemento aspecto del proyecto. Hay temas que deben ser tratados antes que otros. Hay aspectos de la personalidad que son necesarios para después abordar la vida espiritual. Si no hay estructura humana para asumir cierto orden, respeto al horario, capacidad para el trabajo… ¿cómo se va a desarrollar la meditación personal, la oración o el apostolado? Es bueno tener esto en cuenta porque la pedagogía hace posible la asunción progresiva de metas más altas.

En este sentido, es imprescindible, a la hora de hacer el proyecto, tener en cuenta el orden en que presentamos los objetivos. Después, darles el tiempo necesario para que se puedan alcanzar. Parece poco real el pretender que después del primer semestre en la formación, un joven tenga una vida de oración que sería la envidia de un anacoreta. Sí, es posible que el chico o la chica esté en la capilla a la hora convenida. Pero tal vez no esté desarrollando su crecimiento espiritual, porque nadie le ha enseñado eso. Poco a poco asimilará que la oración es estar en la capilla un tiempo determinado, tal vez leyendo un libro de piedad. No se ha dado una pedagogía para iniciar a la oración. ¿Por qué hemos decidido entonces poner una hora de meditación diaria? ¿Es el mejor medio para introducirse en el diálogo con Dios?

Integrar en el tiempo

Objetivos, medios, tiempo. En la articulación sistémica de estos elementos se encuentra la sensible mejora de la formación. Si atendemos a la expresión archiconocida de «formación integral», podemos imaginar que sólo se da esta integralidad cuando todos los elementos también se integran. Así, conviene detenerse en cada objetivo y ver qué tiempo le damos al joven para irlo alcanzando; y cómo organizamos los medios de tal manera que queden integrados en torno a dicho objetivo.

En algunos seminarios y casas de formación los objetivos son de carácter anual o semestral, dividiendo pequeñas etapas del mismo en el trabajo mensual. Tanto si tomamos una unidad de tiempo más breve, como el mes, como si nos fijamos en el semestre o en el curso, tenemos que hacer que los medios propuestos no vayan en una dirección distinta o incluso contradictoria con los objetivos. Es útil programar no tanto las actividades generales del seminario o del noviciado, sino las particulares de cada curso o nivel formativo. Así, poco a poco, se van integrando los medios con respecto al objetivo específico que queremos trabajar en ese periodo.

Evidentemente esto exige de los formadores una disposición mucho mayor a la hora de establecer el plan de formación, que pedagógicamente debe ser gradual. También abandonar definitivamente modelos de formación que no atienden a la etapa en que cada seminarista se encuentran. Por una parte, porque la exigencia, obviamente, es mayor en unos que en otros. Por otra, porque así conseguimos ser más incisivos en la propuesta formativa. Así, hacemos patente una máxima de la justicia: «dar a cada uno lo suyo».

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y se aplican la política de privacidad y los términos de servicio de Google.

Share This
Pastoral de la vocación
Resumen de privacidad

HERMANDAD DE SACERDOTES OPERARIOS DIOCESANOS utiliza cookies propias y de terceros para mejorar la navegabilidad de nuestra página, su acceso y la personalización de nuestros contenidos. Puede aceptar todas las cookies pulsando en “Aceptar” o configurar o rechazar su uso pulsando en “Configuración de Cookies”. Para más información consulte nuestra Política de Cookies.