Acompañar seminaristas en su proceso formativo es una labor hermosa que implica también una cuidada dedicación. Los formadores no se limitan a impartir charlas o señalar principios y objetivos a lo largo del curso formativo, sino que también deben atender personalmente a los alumnos que les son confiados. Lo normal es que un formador se haga cargo de la atención más directa de un grupo de seminaristas, bien sea de uno o varios cursos, bien de una dimensión concreta: la humana, la pastoral… (RFIS 132ss.).
Acercándonos a la vida del seminarista
Una de las herramientas más importantes de la formación es la entrevista. En ella van surgiendo las inquietudes normales que todo candidato experimenta en su camino de formación. También se van indicando y evaluando los objetivos propios del momento formativo en que el seminarista se encuentra. Es un momento privilegiado para ir habituándose a la transparencia y la sinceridad en la propia vida, contrastando las metas propuestas con la realidad de la propia vida.
Como es normal que un formador tenga un número más o menos amplio de seminaristas a los que acompañar (no es recomendable que sean más de 10), muchos datos interesantes que van saliendo en las conversaciones se pasen por alto o no se tengan en cuenta a lo largo del proceso de acompañamiento. Son precisamente estos elementos que surgen a veces esporádicamente los que permiten mantener el hilo del mismo proceso. Por ello es conveniente que el formador tenga a mano estos datos que forman parte de la conversación confiada y cercana. Una forma útil puede ser una ficha para el acompañamiento.
La ficha para el acompañamiento
La ficha de acompañamiento es una herramienta para el formador, de carácter personal y privado, que debe ser custodiada con la máxima responsabilidad, puesto que en ella quedarán datos del acompañado. En el formato que presentamos (puede ser otro, obviamente), se incluyen espacios para los datos formales de cada seminarista como una gran parte en blanco en la que anotar aquellas ideas, inquietudes, dificultades y avances que se van constatando en las entrevistas. Así, la primera parte nos ofrece los datos fundamentales del seminarista (datos biográficos, familiares, estudios, si ha recibido o no algún ministerio laical, su destino para completar la formación pastoral…).
Tener estos datos a mano ayuda al formador a enfocarse en el seminarista con el que se va a encontrar. Sucede a veces que el formador no recuerda el nombre de los padres, o pierde de vista a qué parroquia acude los fines de semana, o si ya es acólito o aún no tiene ese ministerio laical… En una tarde en la que a lo mejor puede entrevistar a tres jóvenes distintos, es normal que algunos datos se confundan o no se recuerden bien. En cambio, teniéndolos a su alcance, podrá hacer uso de ellos para hacer la conversación más fluida. También para transmitirle a su interlocutor la dedicación oportuna que genere un clima de confianza.
Las anotaciones
Como indicábamos antes, las fichas son de uso personal del formador. No son un cuestionario que se va rellenando con las respuestas de los entrevistados. Son una herramienta que recoge, después de la entrevista o en otro momento oportuno, las impresiones más relevantes de lo conversado y advertido durante el encuentro. Aunque puede ser necesario tomar alguna nota en un momento dado durante el encuentro, lo normal es que después estas anotaciones se vuelquen en la ficha en el espacio reservado para ello.
Estas anotaciones, pueden recoger ideas importantes aportadas por el seminarista, interrogantes que plantea, metas que se propone… pero también indicaciones que se le hacen, medios que debe poner en práctica, correcciones orientadas a su crecimiento, tareas que se le encomiendan, puntos para su reflexión… Antes de la siguiente entrevista, bastará una rápida ojeada a la ficha para retomar los puntos que se consideren oportunos y darles seguimiento. Esto permite, como indicábamos antes, darle continuidad a la entrevista de cada mes, por ejemplo, preguntando directamente («¿qué has podido reflexionar sobre esto que conversamos en nuestro último encuentro?») o devolviendo la conversación («en efecto, este tema veo que te interesa porque también lo mencionaste anteriormente»).
Un clima de confianza
La confianza recíproca es un elemento necesario en el proceso del acompañamiento . En el proyecto formativo se deben prever los medios concretos para que dicha confianza pueda ser salvaguardada y promovida. Conviene sobre todo garantizar las condiciones que puedan ayudar a crear un clima sereno de confianza: cercanía fraterna, empatía, comprensión, capacidad de escucha y de sincera apertura y, sobre todo, coherente testimonio de vida.
RFIS 47
La ficha de acompañamiento, además de permitir la continuidad del proceso de acompañamiento, permitiendo retomar temas, facilita también, indirectamente, el clima de confianza. Cada vez que se retoma un tema o se habla con conocimiento de algo que el seminarista ha expuesto anteriormente, se está transmitiendo una realidad: tu vida es importante, merece ser tenida en cuenta. Por eso las entrevistas se preparan antes. Aquí el formador debe tener cierta pericia para saber escoger aquellas cosas que son significativas, distinguiéndolas de aquellas que no pasan de anecdóticas. Pero a medida que la confianza se va haciendo mayor, cada vez se irá profundizando en la vida del seminarista, lo que permitirá ofrecerle mejores herramientas o indicaciones para su formación.
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