Continuando con el artículo anterior sobre la codependencia en la formación queremos abordar ahora las distintas situaciones. En ellas podremos ver si tenemos tal vez alguna relación codependiente.
Situaciones más frecuentes de codependencia en la formación
Relación maestro-alumno
Antes o después del ingreso en la casa de formación se da la relación entre profesor y alumno. Para los jóvenes la vinculación con algunos profesores es muy significativa. La identidad se construye en torno a elementos intelectuales de comprensión, es decir, en torno a la verdad que el profesor comunica. Pero también se ve reforzada por la simpatía que pueda existir entre ellos. En este tipo de relación quien tiene la obligación de ofrecer mayor madurez personal es el docente, que deberá estar atento ante actitudes de:
- Posesión: hablar, por ejemplo, de “mis alumnos” o de “mi clase”; de “mis hijas” o de “mis seminaristas” como si le pertenecieran. Un lenguaje más adecuado y objetivo es el de “los alumnos”, “la clase”, “el grupo”, porque se reconoce que los alumnos tienen una vida independiente o que la clase puede ser impartida por otro. Es pasar del terreno subjetivo al objetivo.
- Manipulación: el profesor que exige a los alumnos que “queden bien” con él. Está exigiendo una vinculación que va más allá de su competencia. Una cosa es que el alumno espontáneamente le lleve un regalo o tenga expresiones de aprecio, pero otra muy distinta es que el profesor exija estas expresiones.
- Coacción: “En mi clase las cosas funcionan así”. Es el profesor que pone reglas rígidas de tal modo que los alumnos se sienten coaccionados, es decir, obligados a actuar de un modo determinado. No se trata de eliminar la disciplina, pero debajo de la disciplina muchas veces se han manejado otros contenidos: aparecer como el poderoso y, por consiguiente, exigir que se sometan a mis reglas. Es mucho más sano el docente que aparece como un servidor, sin colocarse en una posición de poder.
La relación formador-formando
Es la relación que sigue a la del promotor vocacional. Aquí el vínculo es profundo porque no surge en una relación superficial, sino entre personas que conviven todos los días. El equipo formador es la referencia más cercana de los valores vocacionales con que cuentan los formandos. La relación se construye en una mezcla entre la validez del modelo y la figura de autoridad que tiene el formador. Es normal que exista un proceso de identificación cuya finalidad es que el formando haga suyos los valores vocacionales y por tanto que se establezca un vínculo. Tal vínculo se torna problemático cuando el formador se constituye como la única instancia de identificación para el joven, de modo que pretende ser una referencia indispensable en su vida. Peor es cuando el formador establece el vínculo codependiente desde la necesidad de controlar y dominar a los demás. Hay que tener mucho cuidado con las actitudes controladoras, que son percibidas por los jóvenes como una intromisión en su vida personal o una invasión de su intimidad. Se llega al extremo cuando el formador, quizá sin darse cuenta, quiere buscar en los formandos a su “descendiente”, su sucesor, haciendo al otro a su imagen y semejanza. Aquí puede aparecer la codependencia en la formación.
La importancia del equipo
Para prevenir este vínculo insano conviene establecer con mucha claridad la instancia del equipo formador, de modo que las decisiones y el estilo formativo dependan cada vez menos de una persona y cada vez más de un grupo. Esto ayuda a que se objetiven los valores y a que se relativicen los antivalores que indudablemente están presentes en cada uno de los formadores. Por otro lado, el formador debe hacerse consciente de que, por más intensa que sea su relación con los jóvenes, ellos son personas independientes, que reciben la influencia de muchos otros, entre ellos de su propia familia. Cuando el formador incluye en su diálogo con el formando estas diversas relaciones e incluso las fomenta, está poniendo una barrera natural que impide la formación de vínculos codependientes.
Las relaciones entre iguales
Se trata de un vínculo codependiente de carácter complementario o competitivo. Es la relación que se va forjando entre las personas que parecen complementarse en sus atributos: fuerte-débil, grande-pequeño, inteligente-tonto, hábil-torpe. La persona tiene la impresión de que ha encontrado su “otra parte”. Esta situación llega al extremo cuando la parte “débil” desdibuja su propia identidad para imitar rasgos del comportamiento del otro. Ocurre, por ejemplo, con personas capaces intelectualmente, que van creando pequeños imitadores o repetidores de sus comportamientos. O con personas hábiles para los deportes, que fomentan una admiración desmedida, un poco teñida de envidia o de rivalidad en la parte “débil”.
Una versión más profunda de esta dependencia es la que se da ya no en torno a las capacidades o habilidades sino en torno a los temperamentos o a la condición psíquica de los individuos. Por ejemplo, la relación entre extrovertido e introvertido; entre dominador y sometido; entre seguro e inseguro. Este tipo de vinculación puede llegar a condicionar la elección de las personas con las cuales quieres trabajar o relacionarte.
Para trabajar la codepedencia en la formación:
Podemos leer los dos documentos de la codependencia en la formación y pensarlos conjuntamente en el equipo formativo. Surgen preguntas que hay que responder con valentía y ante las cuales conviene recurrir a una ayuda adecuada. También podemos trabajarlo con los formandos.
- ¿Has vivido alguna de estas situaciones? ¿En cuál de ellas ves reflejada tu propia experiencia?
- ¿Cuál es el grado de esta vinculación? ¿Cómo la valoras?
- ¿Ocupas el papel de la víctima o del victimario?
- ¿Se han ido repitiendo en tu historia personal este tipo de relaciones?
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