Los seminaristas de hoy pertenecen, en su mayoría, a las generaciones millennial (nacidos entre 1981 y 1996) y generación Z (nacidos a partir de 1997). Estos jóvenes adultos han crecido en un entorno altamente digitalizado, donde los teléfonos inteligentes y las redes sociales no son herramientas ocasionales, sino una extensión de su modo de vida. Esta realidad plantea retos inéditos para la formación sacerdotal, que deben ser respondidos con prudencia, profundidad y creatividad.
Es necesario admitir que, muchos seminarios todavía no han actualizado lo suficiente sus procesos formativos para abordar con claridad este fenómeno, ya sea por falta de preparación, por miedo a la novedad, o por una visión excesivamente permisiva o por el contrario restrictiva. La clave no está en rechazar o idolatrar los medios digitales, sino en integrarlos con discernimiento en la vida del discípulo que se forma para configurarse con Cristo. Por eso, queremos presentar de manera breve y clara algunos aspectos fundamentales para reflexionar y actuar sobre este desafío formativo.
1. EL CELULAR Y LAS REDES: MÁS QUE HERRAMIENTAS
No estamos ante simples dispositivos útiles. El celular y las redes sociales representan todo un entorno de vida, en palabras de Benedicto XVI, un “continente digital” (cf. Mensaje Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2009), en el que se configura la identidad, se construyen vínculos y se reciben constantemente estímulos que modelan la percepción del mundo y del propio yo.
Estudios psicológicos recientes, como el de la Dra. Jean Twenge, en su libro iGen, del 2017, muestran que el uso excesivo del celular entre jóvenes puede estar vinculado a aumento de ansiedad, dificultades para la autoimagen, fragmentación de la atención, y menor tolerancia al aburrimiento y al silencio. Para un seminarista, estas consecuencias impactan directamente en pilares clave de su formación: vida espiritual, madurez humana y capacidad de entrega. De aquí que no baste con enseñar el uso correcto de la tecnología. Es necesario discernir la forma en la que habita, en el mundo digital aquel que quiere configurarse con Cristo buen Pastor, como dice la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis (2016)
“La formación debe tener en cuenta el contexto digital, que está modificando no solo el modo de comunicar, sino también la percepción de la realidad y de las relaciones. Se necesita discernimiento para que el seminarista no se deje arrastrar por una cultura superficial.” (Ratio Fundamentalis, n. 97)
2. IMPACTO SOBRE LA PERSONALIDAD Y PRIORIDADES FORMATIVAS
En estas generaciones, el celular se ha convertido en un “organizador de prioridades”. La inmediatez, la conexión constante, la validación externa (likes, reacciones, comentarios), van moldeando un yo frágil, más pendiente de la imagen que de la verdad interior. Esto puede crear una disonancia entre el ideal vocacional y la vivencia concreta, donde se da más tiempo al “feed” de Instagram que a la lectio divina. Partiendo de esto, podríamos llegar a mencionar algunos de los efectos más comunes:
- Dificultad para sostener el silencio interior.
- Fragmentación de la atención y menor capacidad de contemplación.
- Comparaciones permanentes que dificultan la autoaceptación y la madurez afectiva.
- Sobreexposición que debilita el sentido de lo íntimo y sagrado.
La Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis (2016) advierte:
«Se requiere una formación que promueva una auténtica libertad interior, para que el futuro sacerdote no se convierta en esclavo de las modas o de las opiniones más difundidas.» (n. 62)
3. EFECTOS POSITIVOS Y NEGATIVOS DEL ENTORNO DIGITAL
Habitar el mundo digital no es en sí mismo ni bueno ni malo, pero sí profundamente transformador. Para quienes se están formando en el seguimiento radical de Cristo, este entorno representa una realidad ambivalente: puede convertirse en una herramienta al servicio del Reino o en una distracción constante que erosiona el alma. Comprender sus efectos reales, tanto los que abren nuevas posibilidades como los que amenazan la interioridad y la comunión, es esencial para un discernimiento maduro. El celular, como símbolo de esta cultura digital, puede ser puerta o muro, puente o laberinto. Por eso, es urgente identificar los frutos que brotan de su uso cotidiano, para integrar con sabiduría esta realidad en el proceso formativo.
Efectos positivos
- Mayor facilidad de comunicación con la familia, formadores y comunidad.
- Acceso a recursos espirituales y teológicos (podcasts, libros digitales, videos formativos).
- Posibilidad de evangelizar en redes y dar testimonio vocacional.
- Herramientas útiles para la organización del estudio y del apostolado.
Efectos negativos
- Adicción a la dopamina digital: el cerebro se acostumbra a recompensas rápidas, debilitando el gusto por los procesos largos, como la oración o el estudio profundo.
- Despersonalización de los vínculos: se reduce la profundidad del trato humano, afectando la vida comunitaria.
- Dificultades para el recogimiento: uso nocturno del celular interrumpe el sueño y debilita el ritmo espiritual.
4. ORIENTACIONES FORMATIVAS
a. Moderación, no represión
El celular no debe convertirse en un “enemigo” ni en un “ídolo”. Hay que formar en moderación y libertad interior. Se trata de desarrollar criterios de discernimiento personal y comunitario, más que solo imponer normas externas.
b. Arquitectura digital en la formación
Inspirados en el concepto de “arquitectura ecodigital”, los seminarios pueden promover tiempos y espacios libres de pantallas:
- No uso de celulares en habitaciones.
- Horarios específicos de conexión.
- Días de desintoxicación digital.
- Espacios comunitarios para diálogo sin pantallas.
c. Prespecialidad y vínculos reales
El contacto humano, la escucha atenta, la vida fraterna y la dirección espiritual no pueden digitalizarse del todo. La formación debe cultivar la prespecialidad, pues en la relación cara a cara se forja la autenticidad del pastor.
d. Formación digital como parte integral
Incluir en los programas formativos talleres y acompañamientos sobre:
- Psicología del uso digital.
- Espiritualidad en la era de la distracción.
- Evangelización en redes: discernimiento, lenguaje, imagen pública.
- Autoevaluación de consumo digital.
e. Acompañamiento personal
El formador debe estar atento a los signos de aislamiento digital, adicción a redes, pérdida de profundidad espiritual, ofreciendo un acompañamiento personalizado y pastoral.
«El Seminario debe formar hombres capaces de vivir en el mundo digital sin perder su identidad, llamados a ser pastores en una era donde la imagen muchas veces sustituye a la Palabra.»
5. ACTIVIDAD SUGERIDA
En grupos pequeños, reflexionar las siguientes preguntas y compartir respuestas con el grupo general para aterrizar consecuencias prácticas:
- ¿Cómo influye el celular en mi vida espiritual diaria (oración, descanso, relaciones)?
- ¿Qué señales muestran que estoy desarrollando dependencia digital?
- ¿Cómo podríamos mejorar nuestra “arquitectura ecodigital” en el seminario?
- ¿Qué tipo de presencia vocacional podríamos ofrecer en redes sociales sin diluir el mensaje?
Muy interesante.