La elección de un nuevo Papa no es solo un acontecimiento que conmueve al mundo; es un momento que toca profundamente el corazón de la Iglesia. En él se renueva el misterio de la sucesión apostólica y se hace visible, una vez más, la fidelidad del Señor que no abandona a su pueblo.
Pero este acontecimiento también nos interpela de manera personal y comunitaria. Es una llamada a la conversión, a la comunión y a la esperanza, especialmente para nosotros, los presbíteros, que servimos al Pueblo de Dios en el seno de la Iglesia local.
Este retiro es una invitación a vivir interiormente el gozo de tener un nuevo Papa, no como un dato externo, sino como una experiencia espiritual y eclesial que nos fortalece en nuestra identidad presbiteral. Es una oportunidad para mirar con fe el momento presente de la Iglesia, agradecer el don del ministerio petrino y renovar nuestra disponibilidad al servicio, en comunión con nuestro obispo y el presbiterio diocesano, cum Petro et sub Petro.
A la luz del Evangelio, de la enseñanza del Concilio y de la vida de la Iglesia, nos detenemos a orar, a discernir y a dejarnos alcanzar por el Señor que sigue conduciendo a su Iglesia, haciéndose presente en la barca de nuestra misión, y que nos dice una vez más:
“Venid a comer” (Jn 21,12)
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