Preguntarse por el perfil de sacerdote que necesita la Iglesia hoy es una cuestión urgente. El cambio epocal en el que parecemos movernos, hace que los valores que entraña la vocación al sacerdocio no sean percibidos positivamente. Esto ocurre incluso en entornos tradicionalmente católicos.
Nos encontramos ante lo que pudiéramos llamar la crisis del ministerio sacerdotal como opción de vida. Según el Anuario Pontificio de 2022 la disminución casi general de las vocaciones al sacerdocio es incontestable. “A finales de 2020, había 410.219 sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos en todas las circunscripciones eclesiásticas del mundo católico. Lo que supone un descenso de 4.117 respecto al año anterior.”
Las causas de esta disminución pueden ser múltiples. La descristianización cultural de zonas geográficas tradicionalmente cristianas. A su vez, un laicismo indiferente ante el hecho religioso u hostilmente militante. Por otro lado, las expresiones más radicales de fundamentalismo religioso que desfiguran la imagen del sacerdocio, retrotrayéndola a formas anacrónicas, superficiales y hostiles a la sociedad, que dan lugar a posiciones sectarias. Finalmente, el trazo doloroso que han dejado los casos de abusos de poder, de conciencia y sexuales dentro de la Iglesia.
Vemos además que la propia imagen mediática del sacerdote está aparcada junto al museo de curiosidades antiguas. No se lo reconoce, no se lo aprecia y poco se le extraña. Si bien la realidad general dista mucho del amarillismo de los medios, la crisis es incontestable. Pero también, es incontestable el esfuerzo que en las últimas décadas la Iglesia ha dedicado a afrontarla.
El perfil del sacerdote en la visión del Papa Francisco
Hace poco nos hemos propuesto rastrear en las alocuciones, discursos homilías e intervenciones del Papa Francisco, aquel perfil sacerdotal que en sus casi diez años de pontificado ha venido cincelando. El Papa nos ofrece una imagen del sacerdocio, que si bien arraiga en la tradición de la Iglesia, tiene unos acentos propios, característicos de su propia experiencia ministerial y visión. En estos tiempos de cambios profundos son una invitación al discernimiento, sobre todo en el ámbito del acompañamiento vocacional en todos sus niveles y etapas.
Ya hemos visto como para el Papa existen seis rasgos que deben configurar el rostro del sacerdote que necesita la Iglesia. Veamos ahora cómo se forjan estos rasgos y que debemos tener en cuenta para cultivarlos. Para ello haremos un ejercicio reflexivo a partir del discurso inaugural del Papa Francisco para el simposio titulado “Por una teología fundamental del sacerdocio”. El mismo due celebrado en Roma y organizado por la Congregación para los Obispos y el Centro de Investigación y Antropología de las Vocaciones, llevado a cabo del 17 al 19 de febrero de este año 2022. Recordemos que el objetivo de este simposio fue “profundizar el horizonte global del sacerdocio de Cristo”
“Agradezco la oportunidad de poder compartir con ustedes esta reflexión, que nace de lo que el Señor me fue mostrando a lo largo de estos más de 50 años de sacerdocio.” Papa Francisco
El Santo Padre inaugura su discurso haciendo énfasis en el aspecto testimonial del sacerdocio en la configuración con el rostro del Buen Pastor. Esto ya nos ubica en la importancia que tienen y siempre han tenido las mediaciones en la historia vocacional del creyente. Especialmente, de aquellos que se han sentido llamados a la vocación sacerdotal. La vocación antes que por los oídos entra por los ojos. Esto hace urgente la toma de conciencia de un sacerdocio vivido desde la “autenticidad” como primera forma de anuncio vocacional.
“Hemos de ser forma gregis. Ya pretenderemos nosotros que sean mejores que nosotros y más atildados – pero no lo serán sino lo que nosotros seamos ¡Qué espina! Qué obligación nos impone nuestra vocación – en nuestra conducta exterior – en nuestras virtudes.”
Beato Manuel Domingo y Sol
El Papa nos habla aquí también se su propio testimonio como acompañante de sacerdotes en las diferentes etapas de su vida y ministerio. Se refiere especialmente, a los momentos de dificultad donde “en medio de la tormenta aún se puede de experimentar la paz que viene del Señor y de estar en su voluntad.” El discurso del Papa no es una teoría del sacerdocio sino un compartir los frutos de lo que el llama:“la pequeña cosecha, para que el sacerdote de hoy, sea cual sea el momento que esté viviendo, pueda vivir la paz y la fecundidad que el Espíritu le quiera regalar.” Veamos a continuación las claves para comprender esta propuesta.
Discernimiento y cambio
La primera clave en la que el Santo Padre encuadra su mensaje a los sacerdotes es, precisamente, la del cambio epocal del que hemos hablado al inicio. Cambio en el que vivimos, del cual no nos podemos sustraer y de la necesidad de ser fieles al evangelio en el devenir histórico. El dinamismo histórico de la realidad nos llama a entrar en el dinamismo del discernimiento. Este dispone la libertad para la opción y la vivencia de los valores perennes del Reino de Dios en cada momento.
Criterios de discernimiento frente al cambio epocal señalados por el Papa Francisco.
“El cambio siempre nos presenta diferentes modos de afrontarlo; el problema es que muchas acciones y actitudes pueden ser útiles y buenas, pero no todas tienen sabor a Evangelio.”
- El centro de la cuestión está en en esto, discernir si el cambio y las acciones tienen sabor a evangelio. El discernimiento, la capacidad de diferenciar entre una cosa y otra, supone la capacidad de develar los valores del evangelio presentes en los cambios, pero también aquello que se opone al evangelio. Esta tensión posibilita la necesidad de avanzar remando en dirección al evangelio en un compromiso tangible.
- Evitar las formas de protección ante los riesgos: Esto es, cuidarse de buscar “formas codificadas, ancladas en el pasado que garanticen una protección ante los riesgos”. La forma más común de huir de la crisis es regresar al momento en que las cosas parecían funcionar mejor. Es la tentación de quedarnos anclados a un pasado de seguridades y caminar hacia atrás. El riesgo de esta postura es el aislamiento.
- Evitar el optimismo exacerbado. Es la actitud de avanzar sin discernir, especialmente, de discernir la fidelidad a los valores perennes del Reino. El riesgo, señala el Papa, es que esta actitud no nos permite asumir “las tensiones y complejidades propias del tiempo presente”. El desprecio por la tradición viva puede derivar en el desprecio por la propia historia y por los hermanos.
- Hacerse cargo de la realidad. Esta expresión zubiriana del Papa Francisco tiene una doble vertiente que debe tomarse en cuenta. Encargarse de la realidad en su conjunto implica poner la mirada sobre toda la realidad en su complejidad y también en su devenir histórico. Por eso nos ubicamos en primer lugar ante ella como sujetos históricos. No podemos perder de vista el de dónde venimos de la tradición viva de la Iglesia si queremos avanzar al futuro en fidelidad.
- Remar mar adentro (Lc 5, 4). Confiar en Jesucristo Señor de la historia. Desde esta plena confianza en el evangelio podemos verdaderamente discernir el horizonte a transitar. El evangelio es el punto de anclaje de todo proceso de discernimiento. Eso supone la escucha atenta de la Palabra de Dios, la oración desde la Palabra y el ejercicio pedagógico de la atención a la realidad que obliga al diálogo con los otros.
“Discernir la voluntad de Dios es aprender a interpretar la realidad con los ojos del Señor, sin necesidad de evadirnos de lo que acontece a nuestros pueblos y sin la ansiedad que lleva a querer encontrar una salida rápida y tranquilizadora de la mano de una ideología de turno o una respuesta prefabricada”
Papa Francisco
Obligados a la Santidad
La propia vida del sacerdote transcurre en el dinamismo de su historia personal como historia de salvación. Esto quiere decir, que en la raíz de su propio camino vocacional, está el camino de fe de todo bautizado. El sacerdote es ante todo un bautizado y la primera llamada es a vivir su consagración bautismal, esto es, el llamado permanente a la santidad, que en el sacerdote se convierte además en un imperativo: quien tiene la función de santificar al pueblo de Dios debe ser él mismo modelo de santidad para el pueblo de Dios.
“Los sacerdotes están obligados especialmente a adquirir aquella perfección, puesto que, consagrados de una forma nueva a Dios en la recepción del Orden, se constituyen en instrumentos vivos del Sacerdote Eterno para poder proseguir, a través del tiempo, su obra admirable, que reintegró, con divina eficacia, todo el género humano. ”
Presbyterorum Ordinis 12
El sacerdote por tanto, está llamado a asumir el cambio epocal desde la fidelidad al llamado recibido, un llamado a estar con Jesús y estar como Jesús: mostrando a los hombres de este tiempo el rostro misericordioso del Padre.
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