Pastoral de la Vocación

La entrevista formativa y la revisión de grupo

Este artículo está escrito por Emilio Lavaniegos

Los dos artículos anteriores (1 y 2) trataban sobre el acompañamiento en la formación. En ellos insistía en la importancia de que el acompañamiento sea sistemático y profundo, sin forzar la distinción entre el acompañamiento que realiza el formador y el propio del director espiritual. Este planteamiento pide un complemento sobre dos instrumentos fundamentales: la entrevista y la revisión de grupo.

La entrevista

El formador y el director espiritual comparten con el psicólogo y los otros profesionales la exigencia técnica de una entrevista que garantice la profundidad en el acompañamiento. En mi opinión la entrevista “centrada en el cliente” de Carl Rogers es un instrumento óptimo, por varias razones:

Atención a la situación del cliente
  • Pone toda la atención en la situación del “cliente”, de modo que las actitudes del “orientador” están totalmente ordenadas al servicio del progreso del “cliente”. Lo importante es que el seminarista se exprese, se comprenda a sí mismo, aprenda a gestionar sus impulsos y llegue a tomar determinaciones. El formador está para facilitar ese proceso.
  • Por la similitud de este método a la dirección espiritual. San Ignacio de Loyola advierte a los directores de ejercicios que necesitan “sentir” la situación espiritual del ejercitante antes de proponerle un ejercicio u otro. Incluso el título de las reglas va en este sentido: “Para sentir y conocer las varias agitaciones que en el ánima se causan” [EE 313.345]. El formador percibe la situación del seminarista y, situándose en esta perspectiva, le propone lo que a su parecer es lo más conveniente.
  • Porque determina un proceder amable, basado en la confianza que el seminarista va consiguiendo gradualmente con su formador. Esta amabilidad permite que la relación formativa se prolongue durante varios años, consiguiendo un conocimiento más completo del seminarista y, por ende, la deseada profundización. Esto frente a otros métodos que tienden a “desnudar” al paciente y hoy son razonablemente cuestionados por la violencia que generan.
  • Porque es una técnica abierta que admite el equilibrio entre la atención a la situación actual del seminarista y la incorporación de contenidos propios del itinerario formativo, dándole un carácter específicamente situado en los objetivos y desafíos de cada etapa de formación.
  • Porque es una metodología que pueden aplicar personas no especializadas, como son los formadores de los seminarios.La orientación fundamental de la entrevista centrada en el cliente consiste en escuchar profundamente, no solo lo que el seminarista dice, sino también lo que no puede aún comunicar y lo que expresa a través del lenguaje corporal. Tratándolo con respeto, ofreciéndole una cálida acogida y percibiéndolo honestamente como una persona de valor incondicional, de modo que el seminarista, sabiéndose aceptado y amado tal y como es, alcance la libertad suficiente para comprenderse mejor y tomar una decisión.

Las actitudes del formador

Hay que poner atención a la importancia central que tienen las actitudes del formador: respetar, acoger, escuchar, hacer sentir cómodo, percibir más allá de las palabras, confortar, confrontar, estimular el compromiso… No hemos de tener miedo a expresar este conjunto de actitudes con una palabra clave de toda la revelación y de la misión pastoral: amar.

Efectivamente, se trata ante todo de amar al seminarista con caridad pastoral, ejerciendo una verdadera paternidad espiritual, para posibilitar que, con la ayuda de la gracia, llegue a ser lo que está llamado a ser. Por esta razón es necesario que tanto el formador como el director espiritual examinen sus actitudes y las vayan afinando poco a poco, situándose también ellos en un proceso de crecimiento.

No se puede estar en el seminario de cualquier manera, sino con un corazón de pastor y de padre. Porque los malos pastores, que se apacientan a sí mismos, causan la muerte de las ovejas y la dispersión del rebaño. Si todo el equipo formador procede con esta metodología, estará dando un mensaje contundente y gozará de la libertad necesaria para poner en práctica un cuidadoso discernimiento de las vocaciones sacerdotales.

Las actitudes de Jesús

Lo que más nos interesa es la orientación general de ese encuentro que llamamos “entrevista”, sea en la relación con el formador o con el director espiritual. Curiosamente el método coincide con las actitudes de Jesús que vienen descritas en ese conjunto de textos evangélicos a los que los biblistas llaman “los encuentros de Jesús”, entre otros:

  • La mujer samaritana [Jn 4, 3-28];
  • El maestro de la ley [Lc 10, 25-37];
  • María Magdalena [Jn 20, 1-18];
  • Simón el fariseo [Lc 7, 36-50];
  • El hombre rico [Mc 10, 17-31].

Entonces, en el corazón del método están las actitudes evangélicas, según el modelo de Jesús. ¡Nada más inspirador para un formador de sacerdotes! De este modo, la entrevista formativa prepara a los seminaristas para la misión pastoral.

A través de una tabla voy a describir el método, en cuatro pasos, recurriendo a una de las narraciones de los encuentros de Jesús, la del maestro de la ley en Lc 10, 25-37. El esquema es válido para una entrevista, o también para un proceso más largo de acompañamiento personal.

Tarea del lector será repetir el ejercicio con los demás textos, de modo que consiga una mayor convicción a la hora de actuar.


Encuentro con el maestro de la Ley
Lc 10, 25-37Actitudes de JesúsEl maestro de la ley
25 Se levantó entonces un experto en la ley y le dijo para tenderle una trampa: -Maestro, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?Actitud introductoria. Jesús sale al encuentro del otro, permanece accesible.Es vulnerable. Se sitúa en la actitud del pobre.Expresa sus sentimientos
y actitudes
26 Jesús le contestó:
-¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? 27 El maestro de la ley respondió: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.28 Jesús le dijo:-Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.29 Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi prójimo? 30-35 Jesús le respondió: -Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó…
Diálogo antropológico. Jesús entra en diálogo situándose en su perspectiva: la ley. Él, que es el Maestro, tolera que este maestro de la ley le dé unas lecciones
de teología. Lo escucha con paciencia.
Da por buena su enseñanza. Percibe también lo que no se está expresando
con palabras, pero con toda probabilidad se expresa con actitudes. Da una enseñanza situada en el contexto del maestro de la ley.
Explora sus propias actitudes
y reacciona
36 ¿Quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?37 El otro contestó:
-El que tuvo compasión de él.
Confrontación. Jesús le hace ver la verdad: se trata de hacerse prójimo. También le muestra su propia verdad:
se justifica, se engaña.
Toma conciencia de aspectos
que antes no conocía
Jesús le dijo:
-Vete y haz tú lo mismo.
Orientación al futuro. Jesús le invita a ponerse en camino.Orienta su vida hacia
una mayor madurez.

La revisión de grupo

En el seminario tienen una gran importancia los contenidos que circulan entre los seminaristas: lo que piensan, sienten y comunican entre sí, a veces en serias y acaloradas discusiones, otras veces en broma. Los sociólogos indican que los flujos de comunicación “horizontal” [la que se da entre iguales] son siempre más abundantes que los flujos de comunicación “vertical” [la que se da con quien está revestido de autoridad].

Nos guste o no a los formadores, así es. Es por eso que necesitamos poner atención para percibir lo que está ocurriendo. Existen formadores que no dan a esta comunicación la menor importancia, pero si volvemos a recurrir a la sociología, nos recuerda que en la sociedad actual la autoridad ha perdido su credibilidad. Por ello la influencia entre iguales es siempre más eficaz que la influencia del superior.

Aplicar las actitudes de la entrevista

Se trata de aplicar las actitudes propuestas para la entrevista, pero en el trato con el grupo de seminaristas.

  • Primeramente, hacer un esfuerzo perceptivo, saliendo de nosotros mismos, de nuestros despachos y de nuestros discursos, a veces moralizantes y dominantes. Escuchar lo que piensan y dicen los seminaristas, pero también lo que no verbalizan pero transmiten eficazmente a través del lenguaje corporal. Para ello es necesario hacerse vulnerable. Se trata de ganar cercanía y familiaridad. Es convivir con los seminaristas dedicando efectivamente el tiempo y las energías a la formación.
  • Hay que poner mucha atención al modo de estar del formador. Su coherencia de vida, su modo evangélico de proceder, su disponibilidad para el humilde servicio y para el perdón de las ofensas, su modo de orar y de participar en los actos comunitarios, la radicalidad de su entrega, su dedicación… Todo ello suscita una serie de preguntas en los seminaristas que recuerdan aquellas que Pablo VI proponía como segundo paso de la evangelización: A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva [EN 21]. ¡Qué maravilla! ¡La formación sacerdotal convertida en un ámbito de evangelización! Nuevamente, el centro del método está en las actitudes del formador. Y me complazco en repetir que necesita examinarse, abriéndose a un aprendizaje continuo. El seminario es una oportunidad de oro para la propia formación permanente.
  • Los dos pasos anteriores: el esfuerzo perceptivo y el modo de estar entre los seminaristas darán al formador la autoridad suficiente para poder confrontar al grupo lo que sea necesario. Es importante que esta confrontación incluya aspectos positivos y negativos. Me gusta recurrir a dos palabras muy parecidas:

Confortar significa infundir fuerza. Esto hay que hacerlo cuando se observan entre los seminaristas actitudes coherentes con el evangelio. Es necesaria cierta parresía para hacer notar lo positivo que existe y es más frecuente de lo que imaginamos. La exhortación del formador irá en la linea de ampliar y profundizar tales actitudes.

Confrontar significa reflejar, poner delante del espejo, suscitar la conciencia del propio comportamiento inadecuado, impropio de un cristiano y de un seminarista. Esto también hay que decirlo con toda claridad y valentía, sin temer a la impopularidad o al rechazo.

• Por último, conviene, como hemos hecho en la entrevista, mirar al futuro, que en el caso de los seminaristas es un futuro apostólico y sacerdotal. Es obtener con alegría el aprendizaje que el análisis del comportamiento del grupo ha suscitado, en la línea del evangelio: que entre vosotros sea así…

El fundamento evangélico

Vamos ahora a poner atención al fundamento evangélico del método, seleccionando en esta ocasión algunos textos que nos refieren la enseñanza privada de Jesús a sus discípulos:

  • Mt 13, 36-43: explicación de la parábola de la cizaña sembrada en el campo.
  • Mc 7, 17-23: el sentido de la comparación lo que sale del hombre…
  • Mc 10, 23-31: encuentro con un hombre principal y explicación a los discípulos.
  • Lc 9, 43-48: enseñanza sobre quién es el más importante.
  • Mt 18, 21-35: enseñanza sobre el perdón de las ofensas.
  • Mt 20, 24-28: enseñanza sobre el servicio de los dirigentes.
  • Mc 4, 10-20: explicación de la parábola del sembrador
  • Lc 11, 1-13: enseñanza sobre la oración.
  • Jn 13, 1-15: enseñanza sobre el servicio apostólico;
  • Lc 12, 22-34: enseñanza sobre la posesión de los bienes.

Como hicimos en el caso de la entrevista, tomaré un solo texto: la enseñanza del Padrenuestro [Lc 11, 1-13], con la idea de que el lector repita un análisis similar con los demás textos.

La oración de Jesús
Lc 9, 43.48Actitudes de JesúsReacción de los discípulos
1 Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.La continua actitud de oración de Jesús
y su profunda confianza en el Padre
es su modo de estar y define el
contexto de su enseñanza.
Al sentirse atraídos por la oración de Jesús, los discípulos le piden que los enseñe a orar.
2 Jesús les dijo: -Cuando oren, digan: «Padre, santificado sea tu nombre; venga tu reino; 3 danos cada día el pan que necesitamos; 4 perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende; y no nos dejes caer en tentación».5 Y añadió: -Supongan que uno de ustedes tiene un amigo…Jesús ofrece una enseñanza que está
bien situada en la inquietud que han manifestado los discípulos.
Es perfectamente
comprensible para ellos.
Aceptan la enseñanza de Jesús
con toda la autoridad que les merece.
9 Por eso yo les digo: Pidan y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá. 10 Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra, y al que llama, Dios le abre.Jesús se dirige a los discípulos en
segunda persona del plural,
mostrandoa este grupo en
particular un camino
para la relación con Dios.
Se saben personal y grupalmente
invitados a orar como Jesús.
11 ¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide un pez, le da una serpiente en lugar del pescado? 12 ¿O si le pide un huevo, le va a dar un alacrán? 13 Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar a sus hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?Jesús mira al futuro, haciendo ver a los discípulos que, aunque sean malos,
saben dar cosas buenas a sus hijos.
Se sienten interpelados y confortados
para perseverar en la oración.

Para preguntarnos:

¿Qué contemplan los seminaristas en sus formadores? ¿Un testimonio evangélico que despierta preguntas irresistibles? ¿O, por el contrario, actitudes antievangélicas que provocan escándalo?

¿Qué capacidad de escucha tienen los formadores? ¿Conocen las inquietudes de los seminaristas, lo que les preocupa, donde buscan su felicidad? ¿O viven de espaldas a lo que ocurre en el grupo y se comunica en él?

¿Qué autoridad conceden los seminaristas a sus formadores? ¿La que procede de un auténtico testimonio de fe? ¿O la que obedece a otros mecanismos, como la complacencia, la identificación o incluso la complicidad?¿Cómo reciben los seminaristas la confrontación/confortación de sus formadores?

Ya se puede concluir que en el seminario el acompañamiento personal y grupal representan como los dos raíles de la formación. Ambas instancias exigen a los formadores dedicación plena y presencia cercana.

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