Pastoral de la Vocación

La doble vida: un desafío para la formación sacerdotal I

Este artículo está escrito por Francisco Ceballos

La doble vida en un cristiano siempre es motivo de escándalo. En los evangelios, Jesús denuncia la hipocresía y advierte a sus discípulos sobre el peligro de caer en ella (Mt 23, 27-28; Lc 12, 1-2; 11, 39-40). Sin embargo, este escándalo se intensifica cuando quien lleva una doble vida ocupa un rol de liderazgo en la comunidad de fe.

En el caso de los sacerdotes, la doble vida no solo es moralmente reprobable, sino que genera un impacto más profundo en la comunidad, ya que se espera de ellos un testimonio público coherente (PO 6,12; LG 28). Sin embargo, esta problemática no surge de la nada tras la ordenación, sino que suele evidenciarse en los años de formación inicial.

La doble vida en el seminario: raíces silenciosas

Detectar y corregir a tiempo las tendencias a la doble vida es una tarea ardua pero fundamental en la formación sacerdotal. Los formadores tienen la responsabilidad de identificar signos de fragmentación personal y ayudar a los seminaristas a integrar su vocación de manera auténtica. La ayuda de la psicología resulta invaluable en este sentido.

El siguiente caso real nos ayuda a reflexionar sobre cómo y cuándo aparecen estas señales, qué signos las anteceden y la importancia de un acompañamiento adecuado que permita conocer de manera suficiente a los candidatos al sacerdocio.

El caso de Esteban

Un seminarista aparentemente ejemplar

Poco después del receso de Semana Santa, varios seminaristas solicitaron su admisión a las órdenes sagradas. En ese contexto, se decidió visitar las parroquias donde realizaban su formación pastoral.

A mí me asignaron la parroquia donde servía Esteban, un seminarista de carácter tranquilo, responsable y correcto, aunque con una marcada tendencia a «andar en sus cosas» y a darle prioridad a sus «proyectos». En el seminario, era buen estudiante, devoto y participativo, aunque en sus entrevistas vocacionales se mostraba superficial y excesivamente correcto.

Una familia marcada por la distancia

Esteban no tenía una relación cercana con su familia. Aunque atribuía esto a la distancia geográfica, en vacaciones prefería no ir a casa. Su madre, profundamente religiosa, lo impulsó hacia la Iglesia, mientras que su padre, un hombre más distante, tenía problemas con el alcohol.

Su historia vocacional comenzó desde niño, cuando se integró como monaguillo y pasó a ser prácticamente el asistente del párroco. Ingresó al seminario sin cuestionamientos, suyos o de los acompañantes, pues su entorno lo veía como algo «natural».

El descubrimiento de una identidad oculta

Durante la visita a la parroquia, un feligrés me habló con entusiasmo de Esteban. Para ilustrar su compromiso pastoral, me mostró su perfil de Facebook, donde aparecían fotos suyas vestido con sotana y en actitudes solemnes.

Lo inquietante fue que yo ya seguía otro perfil suyo, completamente diferente. Y aún más preocupante: cuando un joven de la parroquia buscó su perfil en su teléfono, apareció un tercer perfil, donde Esteban figuraba como un universitario en pareja con una chica atea.

Tres identidades, tres vidas diferentes

Al investigar más, descubrimos que Esteban manejaba varias cuentas en redes sociales, en las que se presentaba con identidades completamente distintas. Algunas de sus cuentas incluso reflejaban personalidades inventadas, incluyendo la de una joven atea que resultó ser él mismo.

Cuando lo confrontamos, intentó minimizar la situación, asegurando que se trataba de un juego sin importancia. Sin embargo, lo que parecía una simple diversión revelaba una escisión en su identidad personal y vocacional.

Doble vida o disociación de identidad: un problema formativo

No se trata solo de emitir juicios apresurados, sino de comprender la raíz del problema. La fragmentación en la identidad de un seminarista puede derivar en una incapacidad para asumir responsabilidades morales, lo que en el futuro podría abrir la puerta a una doble vida real, escandalosa y abusiva.

El término escisión («split») significa «la organización de la personalidad según una significativa división en partes separadas» hasta el punto de tener una parte de sí mismo que opera en vivo oposición a la preferida.

Babu sebastian

La importancia de un acompañamiento profundo

El caso de Esteban nos deja preguntas esenciales para la formación sacerdotal:

  • ¿Cómo detectar a tiempo signos de fragmentación vocacional?
  • ¿Qué tan profunda es la capacidad de apertura de un seminarista ante su formador?
  • ¿Cómo evitar la normalización de la mediocridad en la formación?

Para prevenir casos similares, es fundamental que el acompañamiento vocacional vaya más allá de lo superficial y se enfoque en:

  • Conocer realmente al formando, más allá de lo visible.
  • Plantear preguntas que generen introspección y apertura.
  • Enfrentar de manera clara las inconsistencias detectadas.
  • Ayudar a integrar todas las dimensiones de su vida en la vocación.

Conclusión: hacia una vocación integral y auténtica

La doble vida no surge de un día para otro. Es el resultado de un proceso no atendido a tiempo, de fracturas en la identidad que se arrastran desde la formación inicial.

El caso de Esteban nos muestra que, sin una integración real de la identidad vocacional, se abre la puerta a una vida fragmentada, donde los límites entre lo moral y lo inmoral se desdibujan.

Para formar sacerdotes auténticos, la Iglesia necesita acompañantes atentos, exigentes y profundamente humanos. Solo así se podrá garantizar que quienes lleguen al ministerio lo hagan con una vocación integrada y sin fisuras

Algunos recursos

Una lettura psicodinamica
della doppia vita (Babu Sebastian CMF)

https://www.isfo.it/files/File/2017/Babu17.pdf

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