¿Por qué estudiar filosofía? Este artículo de D. Francisco Javier Calvo, sacerdote abulense, doctorando en filosofía de la Pontificia Universidad de la Santa Croce, y actual colegial del Pontificio Colegio de San José de Roma, nos quiere brindar una breve reflexión sobre una pregunta siempre actual y que tantas veces nos hacemos. Este texto nos puede ayudar a profundizar en aquellos aspectos propios de la dimensión intelectual en la etapa discipular. Un material muy oportuno para formadores, profesores de filosofía y seminaristas.
Punto de partida: la exigencia de la realidad.
La persona tiene una peculiaridad con la que ningún otro ser vivo cuenta. Algunos han llamado a esto racionalidad, desde mi punto de vista es más adecuado hablar de hacerse cargo de lo real. Los animales reaccionan ante el ambiente que los rodea instintivamente. Los seres humanos lo hacemos conociendo que lo que nos requiere externamente y exige una respuesta es real, y como realidad su nota distintiva es su ser abierto.
A lo largo de la historia de la humanidad las distintas sociedades y culturas han buscado interpretar esta apertura de lo real a través de los mitos: relatos maravillosos protagonizados por héroes y dioses que buscan iluminar los interrogantes más acuciantes de la existencia: ¿Quién soy yo? ¿Qué es el mundo? ¿Por qué la muerte? ¿Para qué la vida? De entre todas estas respuestas surge en Grecia (La magna Grecia que comprendía buena parte de la actual Turquía occidental y Sicilia) una muy peculiar.
No son ya las imágenes maravillosas que remiten a otros mundos lo que explican la realidad, sino la capacidad racional del ser humano, el logos (discurso, palabra), quien busca la respuesta definitiva a estos interrogantes. Este es el origen de la filosofía.
Primero a través de respuestas físicas (en el sentido de principios naturales) o materialistas. Después descubriendo el mundo de lo inteligible, de aquello que el alma examina por sí misma, de la metafísica.
Un encuentro inevitable
Jesús de Nazaret, el Salvador del mundo, el Cristo, predica el Reino de Dios hasta entregar su vida por nuestra salvación, en el contexto cultural en el que este pensamiento filosófico se había generalizado en buena parte de la sociedad (aquella que tenía capacidad de ocio). El encuentro del cristianismo, de la primera Iglesia, con la filosofía fue inmediato. En este sentido, recordemos el pasaje paradigmático de San Pablo predicando en el Areópago de Atenas el Kerygma (Hch 17, 22-24).
Si la fe cristiana afirma la Encarnación del Hijo de Dios en el mundo de los hombres, esta presencia salvífica no puede olvidar ningún ámbito de la actividad de los hombres, y mucho menos aquel que es considerado en el mundo clásico como la mayor de las labores que se pueden desarrollar: la filosofía, entregar la vida a la sabiduría.
Desde estos parámetros podemos situarnos para responder la pregunta que nos hacemos en este artículo: ¿Por qué estudiar filosofía en los seminarios? ¿Qué sentido tiene que un cristiano y más un futuro pastor conozca la filosofía? Además, las razones son requeridas por la palabra del magisterio, pues no olvidemos el Papa Juan Pablo II ha llegado a decir en su exhortación apostólica Pastores Dabo Vobis en la formación intelectual del candidato al sacerdocio la filosofía es un “momento esencial” (52) ¿Por qué?
Tres razones para estudiar filosofía.
La respuesta que ofrecemos aquí para iluminar esta esencialidad de la filosofía tiene tres momentos que sin más dilación pasamos a explicar.
La primera razón es histórica. El cristianismo no se propone como una religión más, sino el auténtico camino para conocer la verdad del mundo, el Absoluto, y vivir una vida en plenitud (felicidad). Esta pretensión de verdad es la que buscaba la filosofía. Mientras que las religiones antiguas tienen más que ver con la legitimidad del poder político y el control social, el cristianismo se muestra como la liberación salvífica de los hombres a través de la obra de Jesús que nos ha mostrado la verdadera estructura (esencia) de la realidad: el amor. Tan claro fue este hermanamiento de la fe cristiana con la filosofía que San Justino Mártir (110?-168?) reconoció el cristianismo como la verdadera filosofía que él había buscado en las distintas escuelas filosóficas de su época. El mismo espíritu animó la obra de San Clemente de Alejandría (150?-210?) quien llegó a decir que si Dios había otorgado la ley de Moisés al pueblo judío para conocerle como preparación al Evangelio, lo mismo había hecho con los gentiles dándoles el testamento de la filosofía. Por último, que decir de San Agustín de Hipona (354-430) quien reconoció en la lectura de la perdida obra filosófica de Cicerón, Hortensius, el primer paso decisivo a la fe cristiana pues le abrió a la búsqueda honesta de la verdad. Por tanto, estudiar filosofía significa conocer el horizonte propio en el que cristianismo se propone como camino de salvación. Ignorar la filosofía significaría olvidar “la carne cultural” en la que Dios se ha querido manifestar para salvarnos.
Un segundo motivo para estudiar filosofía tiene que ver con el conocimiento propio de la revelación cristiana. El cristianismo tuvo la necesidad de acudir a conceptos propios de la filosofía pagana para expresar sus propios dogmas de fe. Hoy día está muy de moda volver a las categorías bíblicas (exclusivamente) para explicar la novedad de la fe cristiana, olvidando que la grandísima novedad fue otra: integrar las categorías filosóficas ajenas al lenguaje bíblico para explicar la fe contenida en la Revelación. Conceptos como esencia (οὺσία), hipostasis (ὑπόστασις), necesidad y contingencia, materia y forma eternidad y un largo etcétera son asumidos por la teología cristiana (pensamiento sobre Dios) desde la filosofía antigua. Así mismo, la evolución de estos conceptos en la historia del pensamiento occidental obliga a la Iglesia (pastores y teólogos) a renovar y desarrollar la comprensión de los dogmas de fe. En este sentido, ignorar la filosofía significa desconocer el lenguaje más relevante en la historia de la Iglesia (junto con el bíblico) en el que se desarrollan los dogmas de fe.
El último y no menos importante de los motivos para estudiar filosofía es el que tiene que ver con la propia maduración personal. No es posible ver las distintas dimensiones en la formación de un cristiano, y en especial de un seminarista, de forma aislada. La formación intelectual y la formación humana van de la mano. Esta convicción la expresó Aristóteles al decir que las virtudes dianoéticas (intelectuales) y las éticas (que tienen que ver con la praxis) se retroalimentan. Estudiar con responsabilidad filosofía significa asumir un camino de gran empeño (Hegel nos avisó ya de lo que él llamo “la fatiga del concepto), pero que, si se realiza de cara a la verdad, purifica la vida y eleva el espíritu. Sócrates no buscaba otra cosa en la plaza pública que ser coherente con el mandato de los dioses en el oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. En las calles de Atenas preguntaba a los jóvenes no para que fuesen eruditos sino sabios, que es siempre una hybris de vida teórica y práctica. La asunción, a través del camino de la filosofía, de la verdad de esencial de cada uno de nosotros es el terreno más propicio para afianzar el sí a la llamada del Señor.
Conclusión:Conocer la filosofía para conocer al Señor.
La filosofía para nosotros, cristianos del siglo XXI, no es una opción es un don. Por ello descubrir su lugar en la formación cristiana, y especialmente en los seminarios ayuda a asumir esta tarea con admiración. Fascinarse ante el encuentro con la verdad. Una verdad que solo encontrará su respuesta en definitiva en Aquel que ha dado su vida por nosotros. No es posible conocer a Jesús, el Señor, sin conocer la gramática más poderosa que tiene la persona para pensarse, pensar el mundo y pensar el absoluto, esto es, la filosofía. En este sentido, conocer la filosofía es una misión para el cristiano, un empeño que sin duda será recompensado por el gozo de conocer más profundamente la Verdad hecha carne.
Dejamos el enlace al canal de YouTube de D. Francisco Javier para quienes quieran seguir profundizando un poco en la aventura filosófica.
1 Comentario
Pbro. Fernando Gómez
el agosto 26, 2023 a las 10:17 pm
Me parece acertada esta reflexión acerca del papel de la filosofía en la formación sacerdotal, aunque yo soy de los que ampliaría el alcance de esta cátedra también a los laicos en sus diferentes estados. Así como hace bien a los sacerdotes para entender nuestra historia, el valor de nuestra doctrina y la reafirmación de nuestra confianza, así también sería de mucho provecho para el resto de miembros de nuestra Iglesia.
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Me parece acertada esta reflexión acerca del papel de la filosofía en la formación sacerdotal, aunque yo soy de los que ampliaría el alcance de esta cátedra también a los laicos en sus diferentes estados. Así como hace bien a los sacerdotes para entender nuestra historia, el valor de nuestra doctrina y la reafirmación de nuestra confianza, así también sería de mucho provecho para el resto de miembros de nuestra Iglesia.