Pastoral de la Vocación

Madurez y perseverancia

Este artículo está escrito por Federico Nadalich

¿Qué relación hay entre la madurez y la perseverancia? El sacerdote argentino Federico Nadalich del Centro San Pietro Favre nos trae una reflexión urgente para formadores y seminaristas en la que nos recuerda algunos elementos a tener en cuenta en la delicada tarea del discernimiento y acompañamiento formativo, en un contexto donde los «compromisos para toda la vida» paradójicamente parecen tener fecha de caducidad.

“Madurez suficiente”

Un tema a tener en cuenta hoy en el proceso formativo de los seminaristas es el madurez y su contrapartida la inmadurez. Es este un tema muy amplio que muchos autores han abordado y es importante tener en cuenta. En estas breves líneas se tratará de profundizar en un punto particular, que es la relación entre la madurez y la perseverancia.

La maduración no es un proceso en el que se pueda decir, en un momento determinado, esta persona “ya es madura”. Más bien es un caminio que dura toda la vida. Sin embargo, sí se puede tratar de descubrir si una persona es lo “suficientemente madura” (como lo expresa el canon 1031). Un riesgo muy frecuente es asociar directamente la madurez a las cuestiones humano-afectivas, o al área afectivo-sexual, si bien es un área muy importante no se debe dejar de lado la madurez espiritual. En definitiva, se podría decir que es importante que el seminarista, y el sacerdote también, pueda tener una madurez suficiente en todas las dimensiones, y a su vez que se pueda observar una integración de estas dimensiones.

Perseverancia

En el segundo volumen del libro “Antropología de la vocación Cristiana” de Rulla, se proponen cuatro grupos de personas en los procesos formativos, y como en ellos se ve la relación entre maduración y perseverancia. A continuación, se ofrece una aproximación a este tema[1]:

  • Perseverantes maduros o “no nidificadores”

En este grupo se encuentran aquellos que están dispuestos, y son capaces de internalizar el proceso formativo, asumiendo los ideales trascendentes. Progresan en el proceso formativo con un compromiso vocacional, siendo capaces de hacer las renuncias que requiere el proceso. Son capaces además de ser capaces de reconocer las propias inconsistencias que deben seguir trabajando, y se dejan ayudar en este proceso por sus formadores.

  • Perseverantes no maduros o “nidificadores”

En este segundo grupo se encuentran aquellos que perseveran en el proceso formativo a pesar de la inmadurez y la incapacidad de asumir ideales trascendentes. Rulla expresa que los llama “nidificantes” por el hecho de construir “nido” en las instituciones, o casas deformación, perseveran, no se van, pero no crecen en el compromiso vocacional y en la eficacia apostólica.

En este grupo se puede observar una falta de sinceridad consigo mismo y para con los formadores.[2] Se encuentran cómodos, o tienden a no querer dar los pasos necesarios para asumir las propias inconsistencias y actuar en consecuencia.

  • No perseverantes maduros o “cambiados”

En este grupo se encuentran las personas que siendo maduras, luego de un proceso de discernimiento, acompañado por la oración toman la decisión de no continuar en el proceso formativo. Rulla los llama “cambiados” porque han cambiado la decisión inicial. Se podría decir que estas personas han podido hacer un buen proceso de discernimiento, se van bien de la institución, y se nota una integración en su propia vida.

  • No perseverantes no maduros o “impulsados”

Este grupo está conformado por aquellas personas que no perseveran a causa de la propia inmadurez, no son capaces de internalizar los ideales trascendentes, las mismas inconsistencias centrales limitan su libertad y los “impulsa” a tomar decisiones apresuradas, y en muchas ocasiones sin el debido discernimiento, ni dando la posibilidad de ser acompañados. Muchos de ellos son los que llegan a hablar con el formador cuando la “decisión” ya está tomada.

Los nidificadores: el grupo más grande

Una particularidad que habría que destacar es que la gran mayoría de las personas que se encuentran en el proceso de formación, un 72 %, se encuentra en la categoría de “nidificadores”, lo que se transforma en un tema a trabajar, un problema a revisar y afrontar.[3] Por esto sería importante profundizar en este estudio.

Como se ha visto más arriba este tema de los nidificadores, toma su nombre de la naturaleza, en los nidos de las aves, y puede ser esta misma imagen tomada de la naturaleza la que tal vez nos puede iluminar para buscar una posible solución.

En la naturaleza cuando las aves se reproducen primero construyen un nido en el que depositan los huevos, que cuidan, protegen y empollan hasta que nacen los pichones. Los pichones de aves nacen muy indefensos (muchas especies de aves nacen sin plumas, ciegos y sin fuerzas), la gran mayoría necesitan que sus padres les provean de todo, calor, protección y alimento, incluso los alimentos primero muy procesados, y luego con el tiempo les van dando alimentos más sólidos.

A medida que crecen, van adquiriendo el plumaje definitivo, la posibilidad de comer solos, pero se encuentran muy protegidos de las amenazas externas y sin la obligación de tener que salir a conseguir sus alimentos, ni la necesidad de volar. Muchas especies de aves tienen distintos métodos para hacer que sus pichones “maduren”, dejen el nido. Algunos dejan de alimentarlos para que tengan la necesidad de salir, otros los empujan del nido para obligarlos a volar, aunque siempre se quedan el primer tiempo cerca para ayudarlos si fuera necesario, pero los empujan fuera del nido.

Cuando el seminario es el nido

A partir del ejemplo de la naturaleza, es que se podría pensar que en algunas ocasiones la misma estructura del seminario podría generar las condiciones de protección del nido que evita que los seminaristas “quieran” salir de ese nido de protección. Tal vez sería necesario pensar un proceso adecuado para gradualmente ayudarlos a enfrentar la obligación de salir del nido y enfrentar la vida, salir a volar. Es un proceso que debe ser acompañado, y también debe ser gradual. Aunque es cierto que también en algunas ocasiones el mismo ritmo del seminario termina agotando a los seminaristas y estos tienen la “necesidad” de dejar el nido, y viven la última etapa con muchas dificultades e incluso con ciertas resistencias a la estructura.

Esta situación puede armonizarse un poco mejor con la propuesta de la RATIO, de incorporar la etapa de “síntesis pastoral”, en la que se propone que el seminarista luego de la estancia en el seminario y previo a la ordenación, pase un tiempo de inserción pastoral en una comunidad por un tiempo considerable, a través de una gradual asunción de responsabilidades pastorales, siendo acompañado personalmente. La duración de esta etapa variable según la madurez del candidato.[4]

Una tarea que no acaba

Este tipo de situaciones no solo se da entre quienes se están en el proceso formativo, sino que se puede dar también en los que ya son sacerdotes, han encontrado el lugar donde hacer “nido” donde están cómodos, un cargo determinado, una parroquia, etc. y allí se quedan, tienden a una mediocridad en el ministerio. Pueden presentarse con algunos de los siguientes síntomas, ya sea en seminaristas o sacerdotes: aislamiento, crítica desmedida al obispo o superior, consumismo exagerado (compras casi compulsivas o de cosas innecesarias), vivir de apariencias, consumo excesivo de alcohol, búsqueda de poder, prestigio, etc.[5]

Preguntas para una reflexión:

  1. ¿Cómo se podría trabajar en la pastoral vocacional para mejorar el proceso de maduración de los candidatos al seminario previo al ingreso?
  2. ¿Qué estrategias se podrían implementar para acompañar los procesos de aquellos que se “nidifican” en el seminario?
  3. ¿De que forma poder acompañar el proceso de inserción en el presbiterio?

[1] Cf. Rulla, Antropología de la vocación cristiana, Vol. 2, Atenas, Madrid 1994. Págs. 138 – 146

[2] Cf. E. GONZÁLEZ MAGAÑA, Amar y servir hasta la muerte, Tomo I, Societas Librorum, México 2019. Pág.106

[3] Cf. E. GONZÁLEZ MAGAÑA, Amar y servir hasta la muerte, Tomo I, Societas Librorum, México 2019. Pág.108

[4] Cf. Congregación para el clero, Ratio Fundamentalis institutionis sacerdotalis: el don de la vocación presbiteral, 2016; nn.74-79

[5] Cf. E. GONZÁLEZ MAGAÑA, Amar y servir hasta la muerte, Tomo I, Societas Librorum, México

2019. Pág.106

2 Comentarios

  1. L. María Martínez

    Buenos días. Soy un religiosa. Leo con frecuencia sus artículos y quisiera saber si de casualidad ofrecen la posibilidad de hacer un curso online, digamos por alguna plataforma virtual sobre acompañamiento vocacional a congregaciones religiosas?

    Gracias por la información.
    Mis oraciones por su vida y apostolado.

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