Pastoral de la Vocación

Siete claves para acompañar espiritualmente en la formación

Categorías Cultivar Espiritual
Este artículo está escrito por Vicente Nieto

Acompañar a jóvenes en su camino formativo es una hermosa tarea. La dirección espiritual o el acompañamiento espiritual forman parte necesaria de todo proceso de maduración espiritual de la persona, pero de manera especial en los años del seminario o del noviciado. Un acompañamiento sano y fructífero en este periodo inicial abrirá al acompañado al posterior acompañamiento en los años siguientes.

Las claves que propongo son aplicables a procesos de formación inicial en seminarios o noviciados, postulantados, etc. Quieren ser una sencilla herramienta para los directores espirituales de comunidades formativas que se orientan a la vida sacerdotal o religiosa.

1. La claridad del modelo a alcanzar

En primer lugar, el director o acompañante espiritual debe tener una recta concepción de lo que es ser presbítero, religioso o religiosa hoy, en fidelidad a la comprensión que tiene la iglesia del ministerio o la congregación del propio carisma, sin olvidar las modulaciones exigidas por los diferentes contextos de su ejercicio. A los acompañante espirituales también nos acechan el clericalismo, la mundanidad espiritual, la sacerdotalización del presbítero o las rigideces espiritualistas.

2. El Espíritu y el candidato

Es obligado respetar el protagonismo del Espíritu Santo y del candidato en los procesos de discernimiento y acompañamiento, remitiéndolo también a la comunidad, dado que la formación del futuro presbítero o consagrado tiene un carácter eminentemente comunitario. Al director espiritual le compete acoger, discernir y acompañar el camino vocacional. Él no es el centro. Tan sólo ocupa una posición subsidiaria, detrás del Espíritu Santo, del candidato y de la comunidad formativa.

3. La llamada, don de Dios

Es necesario dejar muy en claro que la vocación es don de Dios más que iniciativa propia y menos aún del acompañante. El protagonismo y la iniciativa son de Dios. Se trata de descubrir el querer de Dios por medio de la oración y del discernimiento acompañado. El acompañante puede proponer al acompañado, como referencia, que haga suyas las oraciones de San Agustín: “Dame, Señor, lo que me pides y pídeme lo que quieras”, y de San Carlos de Foucauld: “Padre, me pongo en tus manos: haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Lo acepto todo con tal que tu voluntad se cumpla en mí… Me pongo en tus manos con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre” 

4. La escucha empática

El buen acompañante practica la escucha empática, penetrando en la interioridad del acompañado, haciendo suya tal interioridad. Primero escucha, después habla; escucha mucho, habla poco. E invita al candidato a detenerse y a escuchar dentro de sí sobre todo a Dios, a “leer” en el silencio de la oración la llamada de Dios en la propia historia, para poder responderle de manera consciente y libre.

5. La eclesialidad

El acompañante presentará siempre la vocación como don de Dios para la misión en beneficio de la comunidad (Iglesia). Vocación, misión y comunidad son inseparables. Hay que ayudar siempre al formando a vivir en salida: en salida de su ego, de sí mismo; y en salida del ambiente del seminario o del noviciado, muchas veces burbuja que infantiliza, para estar en sintonía con los de fuera y con lo de fuera, sin miedo al peso que suponga cargar con los problemas y dificultades de los hermanos de fuera y de la sociedad en general.  

6. Espiritualidad desde abajo

El acompañante espiritual realiza y propone al candidato el discernimiento y la espiritualidad “desde abajo”, en la perspectiva que preconizan Anselm Grün y Meinrad Dufner en el libro: “Una espiritualidad desde abajo”, que tiene como objetivo el diálogo con Dios desde el fondo de la persona. Tal fondo no es el yo ideal, sino el yo real, el verdadero ser, el verdadero yo, con sus fragilidades, pecados y heridas, que en buena parte son inconscientes y hasta pudieron arraigar en la infancia. Un acompañamiento de este tipo supone el concurso no sólo de la dimensión espiritual, sino también de ayudas de profesionales en el campo antropológico y psicológico. Al director espiritual, aunque tuviera la capacitación técnica en el plano de la psicología y de la psiquiatría, no le corresponde prestar este tipo de ayuda. El apoyo espiritual y el apoyo técnico psicológico no se excluyen, sino que se complementan. Cuento con la provechosa experiencia de acompañar a seminaristas que al mismo tiempo estaban acompañados por profesionales de la psicología. 

7. El proyecto personal de vida

En mi experiencia de acompañante espiritual me ha sido de gran utilidad como herramienta de trabajo el “plan o proyecto personal de vida” (PPV), que ayuda a los seminaristas a proponerse, en cada etapa formativa, objetivos y medios de avance y superación. La revisión de la puesta en práctica del PPV y de su reformulación según las circunstancias y tiempos son también temas recurrentes en las entrevistas de acompañamiento. A modo de anexo ofrezco un formulación del PPV.

El que acompaña -el acompañante- no ocupa el lugar del Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor. 

Papa francisco
abril 2023

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