Hablemos sobre cómo afrontar el desafío de la carencia de vocaciones. Es sin duda una difícil tentación de nuestra época, la gran prueba que aguarda a la Iglesia occidental en este milenio. A otros tipos de persecución que han experimentado las anteriores generaciones cristianas, le sustituye hoy, en nuestro caso, el dolor y la humillación generados por la penuria vocacional, dramáticamente experimentada por todo el pueblo cristiano. Surge entonces la pregunta: ¿Cómo vivir la prueba de la carencia de vocaciones? ¿Cómo hacer de este drama un momento de santificación y crecimiento?
La gravedad de la prueba
La pregunta es muy importante porque la prueba es grave: hay quien, de forma inconsciente, no afronta el tema; hay otros que se agobian ante el problema con desconcierto, desaliento, desconfianza, y lamentaciones, acusando tal vez a los cambios, que se han hecho o no, en la Congregación.
Pero la verdadera pregunta es esta: el Señor, que ama a su Iglesia y ama a nuestra Congregación, ¿cómo quiere que, mediante la prueba, crezcamos en santidad para procurar su mayor gloria y ser servidores de la Palabra?
Tres direcciones en la respuesta
- Tengamos la valentía de remontarnos ante todo a la primacía de Jesús, que dijo a sus discípulos: «La mies es abundante pero los obreros son pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). ¡Tenemos que acudir al Dueño de la mies! A Él oramos, a Él nos confiamos, a Él nos ofrecemos con la certeza de encontrar una salida dentro de su plan misterioso.
- A partir de la oración que confía al Señor los obreros de la mies, entremos en el anhelo del corazón de Cristo paraoír cómo Él sigue llamando hoy a muchos a que le sigan. Quizá somos en ello débiles y poco valientes; algún cansancio o alguna decepción nos han quitado las ganas de vivir a fondo nuestra consagración, sin el entusiasmo de proponer nuestra vida a otros de forma convincente. Es Jesús quien llama. Compartamos su pasión por el Reino y hagamos comprender que nuestra vida es humanamente una forma de vida plena y satisfactoria.
- Al tiempo que nos comprometemos a orar al dueño de la mies y a colaborar con Él como mediaciones de llamada, aprendamos a captar mejor los nuevos signos de esperanza y demos mayor cabida al laicado y a la familia.Muchos institutos y diócesis se siguen abriendo a esta colaboración en diversas estructuras pastorales. Y ello no simplemente por falta de vocaciones, sino porque han asumido que en una Iglesia comunión la pastoral vocacional es de todos y para todos. Tal vez la crisis de escasez ayude a redescubrir la riqueza de los carismas laicales, y sea un objetivo por el que probablemente el Señor permite esta prueba.
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