Pastoral de la Vocación

La carencia de vocaciones

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Este artículo está escrito por Juan Carlos Martos cmf

Hablemos sobre cómo afrontar el desafío de la carencia de vocaciones. Es sin duda una difícil tentación de nuestra época, la gran prueba que aguarda a la Iglesia occidental en este milenio. A otros tipos de persecución que han ex­perimentado las anteriores generaciones cristianas, le sustituye hoy, en nuestro caso, el dolor y la humillación generados por la penuria  vocacional, dramáticamente experimentada por todo el pueblo cristiano. Surge entonces la pregunta: ¿Cómo vivir la prueba de la carencia de vocaciones? ¿Cómo hacer de este drama un momento de santificación y crecimiento?

La gravedad de la prueba

La pregunta es muy importante porque la prueba es grave: hay quien, de forma inconsciente, no afronta el tema; hay otros que se agobian ante el problema con desconcierto, desaliento, desconfianza, y lamentacio­nes, acusando tal vez a los cambios, que se han hecho o no, en la Congregación.

Pero la verdadera pregunta es esta: el Señor, que ama a su Iglesia y ama a nuestra Congregación, ¿có­mo quiere que, mediante la prueba, crezcamos en santidad para procurar su mayor gloria y ser servidores de la Palabra? 

Tres direcciones en la respuesta

  • Tengamos la valentía de remontarnos ante todo a la primacía de Jesús, que dijo a sus discí­pulos: «La mies es abundante pero los obreros son pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). ¡Tenemos que acudir al Dueño de la mies! A Él ora­mos, a Él nos confiamos, a Él nos ofrecemos con la certeza de encontrar una salida dentro de su plan misterioso.
  • A partir de la oración que confía al Señor los obreros de la mies, entremos en el anhelo del corazón de Cristo paraoír cómo Él sigue llamando hoy a muchos a que le sigan. Quizá somos en ello débiles y po­co valientes; algún cansancio o alguna decepción nos han quitado las ganas de vivir a fondo nuestra consagración, sin el entusiasmo de pro­poner nuestra vida a otros de forma convincente. Es Je­sús quien llama. Compartamos su pasión por el Reino y hagamos comprender que nuestra vida es humana­mente una forma de vida plena y satisfactoria.
  • Al tiempo que nos comprometemos a orar al dueño de la mies y a colaborar con Él como mediaciones de llamada, aprendamos a captar mejor los nuevos signos de esperanza y demos mayor cabida al laicado y a la familia.Muchos institutos y diócesis se siguen abriendo a esta colaboración en diversas estructuras pastorales. Y ello no simplemente por falta de vocaciones, sino porque han asumido que en una Iglesia comunión la pastoral vocacional es de todos y para todos. Tal vez la crisis de escasez ayude a redescubrir la rique­za de los carismas laicales, y sea un objetivo por el que probablemente el Señor permite esta prueba.

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