Objetivo: La familia toma conciencia y dialoga sobre el llamado de Dios como una realidad abierta a todos y durante toda la vida. Cada miembro de la familia, especialmente los mayores, comparte su experiencia vocacional.
Vídeo motivacional (5´) «Enseñarás a volar» Madre Teresa de Calcula
Oración “Vocación de Samuel” (5´)
Leer 1Sam 3, 1-10
Catequesis “La vocación, un don de Dios presente en la familia” (10´)
OBSERVAR
“Dios re-crea al hombre y a la familia en su vocación”
Diálogo (20´)
Abriremos a continuación un momento de diálogo en familia, por lo que pedimos a los papás se sienten con sus hijos un poco separados un grupo de otro, de tal modo que puedan compartir entre ellos las siguientes preguntas del esquema. Quizá este diálogo que se abre ahora se pueda retomar más adelante en casa, en un clima de más familiaridad.
Indicación: cada integrante de la familia presente responda alguna pregunta y que se comparta brevemente.
- ¿Cómo se enamoraron los abuelos? O ¿dónde se conocieron? ¿De dónde eran/son originarios?
- ¿Qué dificultades encontraron al casarse o unirse como matrimonio?
- ¿Cómo se enamoraron papá y mamá? ¿Tuvieron dificultades para descubrir que era el amor de su vida?
- ¿Cómo fue el primer embarazo de mamá? ¿Tuvo dificultades?
- ¿Alguna vez soñaron o planearon cuántos hijos tener? ¿Hubo algún hijo que se escapó de los planes?
- ¿El amor de enamorados no exige tanto como el de pareja o esposos? ¿Qué diferencias hay?
- La viudez es un estilo de vida en la vocación laical, ¿hay alguien en la familia que ha pasado por ella? ¿Le han dicho que es parte de las vocaciones?
- ¿Hay algún consagrado o consagrada en la familia? ¿Algún sacerdote?
- ¿Qué opinas que las vocaciones son para dar vida?, y si son consagradas ¿son para dar vida desde Dios?
- ¿Qué valor le das al sacerdocio, a la vida religiosa o matrimonial en la familia? ¿Las descubres importantes? ¿Por qué?
Se pueden observar realidades familiares variadas en el tiempo actual. La familia, al ser la célula de toda sociedad, sufre los embates ideológicos igual que el ser humano en su individualidad.
La cultura líquida posmoderna en que vivimos crea una mentalidad líquida en la misma familia. Los valores y la moral se ven reducidos a un relativismo. Esto quiere decir que aquello que ayer era importante hoy puede ya no serlo y depende de mí y no de lo que la sociedad o una institución, como la Iglesia, piense[1].
Caer en esto provoca un auténtico caos donde el ser humano se siente creador de la sociedad y no cocreador con Dios de un Pueblo.
El Papa Francisco ya comentaba:
El mundo creado está confiado al hombre y a la mujer: lo que pasa entre ellos da la marca a todo. El rechazo de la bendición de Dios llega faltamente a un delirio de omnipotencia que arruina cada cosa. Es lo que llamamos “pecado original”. Y todos venimos al mundo con la herencia de esta enfermedad.
Papa Francisco, Catequesis sobre Matrimonio y familia, Ciudad del Vaticano el 16 de septiembre de 2015.
Por eso, este primer momento ha sido de diálogo y de observación de nuestra propia familia, cómo a pesar de momentos caóticos Dios sigue conformándola y bendiciéndola. No hay que perder el objetivo primordial de Dios: la plenitud de la salvación del hombre que es también el de la familia. De ahí que la importancia del matrimonio desde un principio deba ser tomada en serio: lo que haga tal pareja influirá en la sociedad que está formando.
DISCERNIR
“Llamados a recibir y transmitir vida”
El término «vocación» está muy presente en nuestras familias. De hecho vivimos a diario con ella, sólo que, a veces, no sabemos ponerle nombre.
Hay que saber diferenciar entre vocación y profesión u oficio. “Vocación” significa “llamada”. Y hace referencia a la “llamada que Dios le hace a la humanidad de conocerlo y, convocados a vivir plenamente feliz con Él”. En realidad la vocación es un regalo, nos es dada, donada, en cambio la profesión u oficio es una opción que uno toma desde sus posibilidades y gustos.
La vocación constantemente nos busca, nos encuentra, nos confronta. Por poner algunos ejemplos: la etapa de enamoramiento de los padres de familia, cómo se enamoraron los abuelos, la maternidad, la paternidad, el bautismo de los hijos, el matrimonio de los hijos mayores, de los mismos padres de familia, la viudez de la abuela, el primer sacerdote o religiosa que salió de la familia, etc. Todo eso es vocación.
Dios regala la vocación en la vida para ser felices, para luchar por el ideal de Cristo que es la liberación del ser humano y la vida con Dios. Y dicho regalo no es para uno nada más, sino que es necesario compartirlo con el dinamismo con el que se transmite la vida. ¡Qué alegría da cuando un nuevo miembro se agrega a nuestra familia, como un bebé!
El Papa Francisco comenta sobre el papel de los padres sobre los hijos:
Toda familia tiene necesidad del padre. Hoy nos detenemos en el valor de su rol y quisiera comenzar por algunas expresiones que se encuentran en el Libro de los Proverbios, palabras que un padre dirige al propio hijo, y dice así: “Hijo mío, si tu corazón es sabio, también se alegrará mi corazón. Mis entrañas se regocijarán, cuando tus labios hablen con rectitud (Pr 23,15-16). No se podría expresar mejor el orgullo y la conmoción de un padre que reconoce de haber transmitido al hijo lo que de verdad cuenta en la vida, es decir, un corazón sabio. Este padre no dice: “estoy orgulloso de ti porque eres igual a mí, porque repites las cosas que digo y que hago yo”. No, no le dice esto. Le dice algo mucho más importante, que podríamos interpretar así: “seré feliz cada vez que te sentiré actuar con rectitud. Esto es lo que he querido dejarte, para que se transforme en una cosa tuya: la actitud de escuchar y actuar, de hablar y juzgar con sabiduría y rectitud. Y para que tu pudieras ser así te he enseñado cosas que no sabías, te he corregido errores que no veías. Te he hecho sentir un afecto profundo y a la vez discreto, que quizás no has reconocido plenamente cuando eras joven e incierto. Te he dado un testimonio de rigor y de firmeza que a lo mejor no entendías, cuando hubieras querido solamente complicidad y protección. Yo mismo he debido, en primer lugar, ponerme a la prueba de la sabiduría del corazón y vigilar sobre los excesos del sentimiento y del resentimiento, para llevar el peso de las inevitables incomprensiones y encontrar las palabras justas para hacerme entender. Ahora – continúa el padre – cuando veo que tratas de ser así con tus hijos y con todos, me conmuevo. Soy feliz de ser tu padre”. Es esto lo que dice un padre sabio, un padre maduro.
Papa Francisco, Catequesis sobre la familia, Ciudad del Vaticano el 10 de junio 2015.
La figura de los papás es importante en la familia. Ya dice aquel escrito de santa Teresa de Calcuta: enseñarás, pero no harán lo mismo que tú; sin embargo en cada buena acción perdurará lo bien enseñado. La vocación implica educar y formar a los hijos, no hacer de ellos nuestros clones.
La llamada de Dios implica el amor. Sólo quien se sabe amado puede llamar. Si unos padres de familia aman y se sienten y saben amados pueden llamar a sus hijos en nombre de Dios. Nadie puede vivir sin llamado: desde que nos levantamos alguien nos llama (mamá que nos despierta, los amigos para recordarnos alguna cosa, la hija que nos pide le peinemos…). No por algo, una consigna de la cultura actual es estar siempre conectados a la red, para llamar la atención sobre algún tema o aspecto de la vida cotidiana. Pero la calidad del llamado de Dios va más allá, es un misterio, no un enigma sin respuesta. Al contrario el misterio de la vocación le da sentido a la vida que nos lleva a exclamar: ¡Con razón Dios nos permitió vivir tal cosa!
Pero hay que ir más allá, hoy la sociedad nos quiere hacer creer que basta el amor y no es así. Además del amor se requiere una fuerte conciencia de la dignidad humana. Un padre o una madre opta por amor pero también porque descubre la dignidad del otro. San José estuvo tentado a abandonar a María que ya estaba embarazada de Jesús antes de casarse con él, pero José por intervención de Dios opta por acompañarles y protegerles, no sólo obedece por amor sino también por ellos (Mt 1,18-25). Es algo recíproco: quien ama dignifica y quien dignifica ya está amando.
ACTUAR
“Comprometidos a amar y llamar”
Podemos notar cómo Dios ha dado a manos llenas la vocación en nuestra familia.
Pensemos un momento en el compromiso que hemos de tener frente a tal regalo de Dios: la vida y la vocación.
Emprendamos el camino de orar por las vocaciones. Dediquemos un momento al día para pedir por la familia. Te sugerimos un esquema:
Lunes | Pediremos por: Los niños, y por los que están en gestación para que el Espíritu Santo les anime en su conocimiento de Dios y del mundo y les dé a conocer a tiempo su vocación.
Martes | Pediremos por: los adolescentes para que frente a sus cambios y rebeldías puedan encontrar el camino que los conduce a la felicidad auténtica, y el Señor los aparte de los malos caminos que imposibilita su vocación.
Miércoles | Pediremos por: los jóvenes, en especial por sus decisiones, para que el Señor los ilumine y les haga dar una respuesta comprometida y clara. Y que afiancen con madurez la etapa que se aproxima.
Jueves | Pediremos por: los sacerdotes, por los que se preparan para esta vocación, en especial por nuestro familiar seminarista y sus compañeros.
Viernes | Pediremos por: la vida religiosa, en especial por las religiosas que sirven en nuestras comunidades y parroquias, pidiendo a Dios un corazón abierto y disponible a Dios por si llama alguna chica de nuestra familia.
Sábado | Pediremos por: los matrimonios y parejas que hay en nuestra familia (abuelos, tíos, papás, etc.). Para que el Señor les dé la perseverancia, fidelidad y la pureza de amor y fortaleza de la fe frente a los problemas que suelen azotar a los matrimonios en la actualidad.
Domingo | Pediremos por: toda la familia, poniendo en manos de Dios la disponibilidad frente a sus proyectos, poniendo de manifiesto “queremos hacer tu voluntad, aumenta nuestra fe para aceptar lo que viene de ti como un regalo generoso”.
Celebración
Se sugiere participar en familia en la celebración de una Misa o de algún momento de adoración con el Santísimo Sacramento.
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