El amor propio, vendedor millonario de libros y comprador compulsivo porque “me lo merezco”, nos ha convertido en una sociedad de pequeños sistemas solares. Lo somos porque todas nuestras interacciones giran en torno a lo que a mí me beneficia. O, al menos, lo que desde nuestra individualidad pensamos que nos conviene…
Resulta que amarnos por sobre todas las cosas, amenaza nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos, y en el noviazgo no es la excepción. Por ejemplo, mientras la iglesia invita a guardar la castidad, abundan campañas que invitan a practicar la masturbación, porque “masturbarte es conocerte, conocerte es autoestima, autoestima es amor propio y amor propio es felicidad”. Así, en este concepto moderno del amor, el sacrificio por el otro queda obsoleto.
Luego se le agrega esta capa “no puedes amar a los demás si no te amas a ti mismo”, frase que le atribuimos a Jesús. Como católicos de esta época, buscar el amor verdadero se nos hace casi un dilema filosófico, en el que constantemente debemos discernir qué viene del crecimiento personal (que se sacrifica) y qué es egoísmo (que no se sacrifica).
¿Qué nos dijo Jesús?
Antes de enredarnos más, ¿qué fue lo que en verdad dijo Jesús?. En el evangelio, le preguntan el mandamiento más importante, y Jesús dice “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt 22, 37 – 38)
En realidad, estos no son los mandamientos de Jesús. Jesús habilmente recuerda lo que ya estaba escrito en la ley judía, que encontramos en nuestras biblias en Deuteronomio 6 y Levítico 19, respectivamente. El mandamiento de Jesús es el que da a conocer a sus apóstoles en la última cena.
“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, así como yo los he amado.”
Jn 18, 1
Parafraseando a Santa Teresita del Niño Jesús, en el tiempo de los profetas, Dios había mandado a su pueblo normas de convivencia para que no se hicieran daño los unos a otros. Esa era su ley, como en los 10 mandamientos de Moisés, porque no existía entre los hombres quien pudiera darles el ejemplo del amor perfecto. Así fue hasta la venida del Señor, que nos enseñó a amar en la medida del abandono, la entrega y la cruz.
Pensar en que Jesús nos pide amar como él, puede ser muy abrumador. Ya que Santa Teresita no permitió que me preocupara tanto, sino que reveló sus inspiraciones, pasaré de esta larga introducción a lo que considero unos tips para novios adaptados mi propia pequeñez.
Cuatro (no tan simples) pasos para cumplir el mandamiento nuevo en tu noviazgo
- Pregúntate cómo te amó Cristo a ti. Piensa en la historia de amor que tienes con Él, las cosas por las que te perdonó o las que te acompañó. Él escogió darte la dignidad de su amor y redención. Eso es mucho más grande que el amor que nosotros podamos sentir por nosotros ¿verdad? Es motivo de estar alegre y compartir esa alegría con tu pareja
- Ama a Cristo. Esfuérzate por hablar más con él en la oración y escucharlo más en los evangelios. Haz a Cristo el centro de tu vida. En su nombre, renuncia al pecado mortal, sé más constante con los sacramentos y así unirte más a Cristo
- Piensa en cómo Cristo ama a tu novia o a tu novio. No tiene mucho sentido seguir molesto por una actitud del pasado si Cristo ya la perdonó. Jesús también te puede enseñar mucho de la dignidad de tu pareja.
- Como Santa Teresita, pídele a Dios que puedas “amar en Cristo”. Es decir, que si tú eres miembro de la iglesia, formas parte del cuerpo de Cristo. Y si Cristo está en el centro de tu vida, está en el centro de tu noviazgo. De modo, que ya no tienes que ser tú el que ame a tu novio o novia, sino que puedes ser un medio visible para que él o ella conozca Su amor
Si alcanzaste todo esto, felicidades, ya eres santo. El resto de nosotros, lo seguimos intentando. Finalmente, recordemos que el noviazgo es transitorio. Un noviazgo que ama en Cristo y ha discernido que su vocación es entregarse en la totalidad (total total), debe dar el paso al matrimonio. Mientras tanto, esta columna…
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