Pastoral de la Vocación

Apasionados, libres y castos

Este artículo está escrito por Isabella Reimi

De antemano reconozco que me sentí muy tentada. Quise titular este artículo: ¿Cómo mantener la pasión en el noviazgo?, pero las pobres víctimas del clickbait se hubieran llevado una decepción. Eso sí: si quieres mantener la llama encendida -y en este caso, me refiero a la del Espíritu Santo- sigue leyendo.

No es broma que por “pasión” entendemos mil cosas y escogemos un significado dependiendo del contexto. Si habláramos de sexo, en esos artículos que dicen que salvarán matrimonios aconsejarían tener conversaciones íntimas en la pareja y buscar “nuevas experiencias”. En cambio, a las personas que quieren emprender un proyecto personal los motivan con frases como “busca algo que te mueva”, “lucha”, “persigue tus sueños”.

En ambos casos hay un sentido de romper barreras y conectar con un propósito. Y podríamos decir que Jesús vivió su vida bajo esos estándares. El Señor compartía con sus amigos, retaba al status quo con reflexiones profundas y corría más que un maratonista cuando pasaba de aquí a allá anunciado la Buena Nueva del Reino y haciendo milagros. Era un tipo apasionado.

Pero cuando decimos “la pasión de Cristo”, se nos cae el ánimo. Todos estos sentimientos positivos se oscurecen al imaginarlos el rostro ensangrentado y agonizante de Jesús en la cruz. De hecho, buscando en internet, vemos que la palabra pasión proviene del latín “passioque” que se traduce como “sufrir”.

Entonces, aterrizándolo a nuestro noviazgo ¿será cierto que hay que sufrir todo el tiempo para amar en Cristo? Sin lugar a dudas, no.

El sufrimiento y la pasión de Cristo

Es cierto que Dios se despojó de todo para asumir su humanidad, pero la vida de Jesús no fue puro sufrir. Cómo lo decíamos unos párrafos antes, compartir la alegría también fue parte de su vida apasionada. San Juan, cuando nos cuenta la última cena en el evangelio, nos dice:

Jesús, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo

Juan 13, 1

Si lo viéramos como una película de héroes, la crucifixión de Cristo fue el clímax, la parte más condensada. Tampoco es el final. Jesús resucita y asciende al Padre, logrando su propósito mayor, que es salvarnos, siempre cuando queramos recibir la salvación.

Se trata de los tiempos

Rescaté una frase de un blog de motivación: “Vivir es morir después de haberlo dado todo por una pasión”. Y eso tiene una aplicación en el noviazgo. Los novios deben disfrutar su etapa en plenitud, gozando de su amistad y su conexión exclusiva bajo los límites de lo que les es conveniente. Y por otra parte, sacrificándose en la preparación de su corazón, como pasó el mal rato Jesús cuando era perseguido antes de que se cumpliera el tiempo de Dios para completar el sacrificio.

Luego está la cruz. Los fieles justamente celebramos el sacrificio de Cristo y el de los novios en el mismo lugar, en el altar. En ambos casos lo que se entrega es invisible, porque en el matrimonio, más que los cuerpos esponsales, lo que vale es toda la transformación que fue necesaria para llegar a este punto. Y como en nuestra historia de salvación, esa entrega también depende de la libertad de la otra persona para darnos el don de su vida, y recibir el don de la nuestra.

Vivir apasionadamente el noviazgo también nos invita a conectarnos con el presente. Aprovechemos el día a día ejercitando nuestra caridad y soportando la resistencia del mundo. Renunciemos a todos los miedos o ataduras que no nos permitan servir a Dios, de modo que cuando Dios nos diga que se ha cumplido el tiempo, obedezcamos Su voluntad, como Jesús en el huerto.

Algo más

Por cierto. Para escribir este artículo busqué passionate background music en YouTube. Quería evitar que me saliera Careless Whispear instrumental, así que me metí en un fondo musical que, curiosamente, se traduce. No se me hizo muy relajante, por lo cual cedí a la música sensual, pero dejo la pista por si les sirve:

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