La vocación específica de los consagrados posee particularidades en su forma y en su praxis. Estas particularidades la hacen, como toda vocación, única, irrepetible y sumamente importante para la vida de la Iglesia. En este pequeño artículo el sacerdote mercedario Alejandro Fernández Barrajón describe, valiéndose de un estilo sugerente, la riqueza de la vocación consagrada, haciendo alusión al misterio de las manos de un consagrado.
Sin duda, hace pensar el artículo que en verdad ya San Pablo de alguna forma afirmaba este don que Dios confía a los que llama: «Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que se vea claramente que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros» (Cf. 2 Cor 4,7), y que pudo suceder que los primeros años de consagración se creyó que se trataba de la sola vivencia de los votos, y no pensaste suficientemente, como dice el autor, todo lo que Dios ponía en tu manos para que lo administrases como un valioso talento en favor de todo el Pueblo de Dios.
Reavivar los dones
El artículo tiene la intención de reavivar en las personas consagradas los dones que Dios ha puesto en sus manos y quizás con el pasar de los años de consagración se ha ido perdiendo la conciencia del bien que su vida significa para la comunidad eclesial, invitando a la generosidad de una entrega sin medida, como le es característico a todo vocacionado.
Recomendamos el artículo porque puede despertar en un espacio de oración o reflexión el deseo y la invitación de volver al primer amor, de volver a la llamada vocacional, a las exigencias de la vocación que Dios ha hecho participar a muchos hombre y mujeres en la Iglesia, sabiendo que el tesoro que Dios confía cuando llama es siempre inmenso y misterioso pero su gracia sí que lo hace posible. Las manos del consagrado son un recuerdo permanente.
Puedes acceder aquí al artículo del P. Alejandro Fernández.
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