La “crisis vocacional” es una situación que atañe a casi todas las pastorales vocacionales. Aunque se perciba este comportamiento dentro de toda la pastoral eclesial, sin duda, es muy significativa respecto a las nuevas vocaciones sacerdotales. Es así como Brendan Hodge realiza todo un panorama general del número de ordenaciones en los diferentes continentes y algunos países significativos con su constante movimiento y cambios en las cifras.
El Anuario de la Santa Sede
Curiosamente, desde 1970 la Santa Sede compila estos datos de forma anual. Permiten una visión general del número de nuevos sacerdotes respecto también al creciente número de católicos. Se trata del Annuarium Statisticum Eclesiae. Hodge parte del extremo caso de Europa, con una población tradicionalmente católica. Su creciente secularización ha echado a un lado la fe y la práctica religiosa, entre otras consecuencias.
A lo largo de toda la nota y valiéndose de encuestas comparativas, se realiza un análisis respecto al movimiento de estas cifras. Detalla cómo no existe un factor común en todas ellas que permita dar una respuesta certera, solo posibles argumentos. La misma nota concluye que el número “parece” mantenerse estable, pero esto no es “bueno” frente al creciente número de católicos.
Un barómetro de la salud de las diócesis
Lo que llama la atención es que para el autor estos datos “pueden servir como barómetro de la salud de sus diócesis”, refiriéndose a los obispos diocesanos de todo el mundo. Y es aquí donde radica la importancia de acercarse a estas cifras. Las vocaciones sacerdotales no brotan aisladamente, o por arte de magia, no. Responden a una cultura eclesial saludable que tiene lugar en las familias católicas, así como en las parroquias.
Lo ha dicho explícitamente Francisco en Evangelii Gaudium 78:
Se puede advertir en muchos agentes pastorales, incluso en personas consagradas, una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida, como si no fueran parte de la propia identidad”.
¿Qué nos indica esta reflexión? Que el cuidado de la pastoral vocacional encerrada solo en encuentros vocacionales, jornadas vocacionales, etc., es acertado pero insuficiente. Esta cultura eclesial saludable se propicia y se vive en toda la vida de la Iglesia. Por ende, la crisis vocacional atañe a todos como cristianos, comprendiéndola como una “crisis de encuentro con los demás, de compromiso en el mundo y de pasión evangelizadora” (cf. EG 78).
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