Algún tiempo atrás, me llegaba un artículo del Observatorio Romano que me llamó la atención en su título y me ha provocado algunas preguntas en cuanto a la formación en el seminario. El artículo es de Mariapia Veladiano, y su título es “y el seminario se abrió a una joven laica”[1]. La autora cuenta como luego del Concilio Vaticano II, su obispo abrió el seminario diocesano a laicos y religiosos, hombres y mujeres que querían obtener el título de Bachiller en teología. A partir de este hecho, la autora reflexiona: “si no hay mujeres como una presencia normal y paritaria en las clases de teología de los seminarios, es imposible que un modelo femenino pueda inspirar su formación[2]”.
Hablan los documentos
La nueva Ratio plantea que la mujer es una presencia necesaria en el proceso formativo del seminario[3], al igual que resulta necesaria la incorporación de laicos y religiosos, en todo el proceso. Hoy se puede reconocer que en la formación de los seminarios se han realizado algunos pasos, aunque todavía hay muchos más por dar.
Podríamos preguntarnos ¿de qué manera podemos incorporar más activamente a los laicos en la formación sacerdotal? Una mayor integración, sin duda, podría ayudar a un trabajo mucho más sinodal con mejores resultados.
El seminario es un lugar que históricamente ha estado marcado por la presencia casi exclusiva de sacerdotes. Al pasar el tiempo se han ido incorporando algunos laicos al trabajo, ya sea como especialistas que colaboran al igual que algunos profesores. ¿pero esto es suficiente? ¿se podría dar algún paso más?
Ante estas preguntas debemos reconocer que el documento de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotralis, del año 2016, ha realizado varios avances en este tema. Ya en el capítulo VI de la Ratio, aparecen los agentes de la formación, pero para entender quiénes son los agentes de la formación debemos en primer lugar entender que el primer responsable de la formación es el mismo seminarista, ya que no se puede soslayar la libertad con la que contesta y adhiere dócilmente al llamado de Dios. Ahora bien, podría decirse que la formación se da por mediaciones concretas. Estas mediaciones, se podrían agrupar en tres: la primera y más amplia es la comunidad diocesana, la segunda mediación es la comunidad educativa, y la más pequeña y específica es el equipo formativo.
La comunidad diocesana
Cuando se habla de la comunidad diocesana, se entiende a todos los miembros de la diócesis:
De una manera importante se entiende que la comunidad diocesana, presidida por el Obispo[5], interviene en la formación de los futuros sacerdotes a través de la evangelización, de la catequesis, de los grupos apostólicos, es allí en la comunidad diocesana donde se empieza a discernir y formar la vocación al sacerdocio ministerial[6]. Esta referencia a la comunidad diocesana es fundamental tal como lo expresa la Ratio:
La referencia a la Iglesia local de pertenencia constituye, no obstante, el contexto imprescindible del proceso formativo. La iglesia local representa, al mismo tiempo, el lugar en donde las reglas del discernimiento vocacional encontrarán aplicación y donde se valoran los progresos realizados por los individuos hacia la madurez humana y cristiana requerida para la ordenación presbiteral.[7]
La comunidad educativa
Al hablar ya de la comunidad educativa, se hace referencia de una manera particular a aquella comunidad más cercana que interviene en la formación, nos encontramos aquí con la comunidad concreta, parroquia o grupo de pertenencia, la familia del seminarista y las parroquias en las que el seminarista se integra durante el proceso formativo para realizar una experiencia de comunidad y de pastoral. También hay un grupo importante de esta comunidad educativa, que son los especialistas, los psicólogos, los profesores, y el personal laico que trabajan en relación directa con los seminaristas, y en el seminario. De esta comunidad educativa, también forma parte el presbiterio[8].
Presencia enriquecedora
Al hablar del equipo formativo, normalmente se hace referencia directamente a quienes tienen el encargo de la formación directa de los seminaristas, el equipo formador se compone de presbíteros elegidos y bien preparados[9]. Podría decir que es muy evidente la importancia de los laicos en el primer grupo, en la comunidad diocesana, lugar en el que los laicos no solo son mayoría, sino que además tienen roles de importancia en el proceso formativo.
En cuanto al segundo grupo, el de la comunidad educativa, tengo que reconocer que se han dado muchos pasos en el último tiempo. Cuando hablo con los sacerdotes mayores, ellos recuerdan que toda la comunidad educativa estaba formada por sacerdotes, y cuanto mucho algunos lugares eran reemplazados por consagrados (religiosos como especialistas o profesores), sin olvidar que prácticamente no había casi ningún laico colaborando en la formación.
Gracias a Dios esta situación, de pocos o ningún laico en la comunidad educativa, en muchos lugares del mundo ha cambiado. En primer lugar, con la incorporación de laicos como de profesores, ya sea porque los seminarios envían sus seminaristas a una Universidad, o porque tienen un instituto de formación dentro de la estructura[10]. En sintonía con lo que expresaba la autora del articulo citado al inicio, vemos también la incorporación de laicos como compañeros de estudios de los seminaristas. Esta interacción resulta en procesos de socialización mucho más maduros en los candidatos al sacerdocio, en contraste con quienes se forman de una manera más aislada.
En segundo lugar, la presencia de especialistas laicos, ha enriquecido notablemente los procesos de acompañamiento, un claro ejemplo es la presencia de psicólogos/as, pero también en el ámbito médico, artístico, administrativo y en el uso de medios de comunicación[11]. Podemos destacar lo que la misma Ratio dice al respecto: “En el itinerario formativo para el presbiterado, la presencia y la aportación de los especialistas en determinadas disciplinas es útil por su calidad profesional y por la ayuda que pueden ofrecer.[12]”
Ya casi al final del capítulo VI de la Ratio, en los números 150 y 151, se puede observar cómo se destaca la importancia de la vida consagrada y de los laicos, en especial de la mujer, en el proceso formativo. Como decía antes, se han dado muchos pasos importantes, pero creo que debemos seguir dando algunos más.
El equipo de formadores
Ya llegando al tercer grupo en la formación, el equipo de formadores, que está integrado solo por sacerdotes elegidos y enviados a realizar esta tarea por parte del Obispo. Es aquí, donde quizás en algún momento, podamos soñar con algún avance más en la vinculación más directa de los laicos en la formación de los seminaristas.
Creo que así como en la comunidad educativa vemos la presencia de laicos, como especialistas y profesores, tal vez siguiendo el ejemplo del Papa Francisco que ha incorporado laicos en lugares clave en la toma de decisiones de la Iglesia,pudieramos pensar – soñar, que podamos en algún momento incorporar a laicos como parte de los equipos formativos, y no solo como asesores o especialistas de la comunidad educativa.
Soñando, me permito al menos preguntarme: ya que en algunos seminarios los coordinadores de distintas dimensiones son sacerdotes que, no necesariamente, viven de forma permanente en el seminario, porqué no pensar que esa tarea la lleve adelante un laico. Pienso por ejemplo: así como tenemos una psicóloga laica que acompaña a los seminaristas en el ámbito del desarrollo humano, porque no pensar que algún día un laico pueda coordinar la dimensión humana en la formación. Otro ejemplo, podría ser el ecónomo: un laico preparado que no funja solo como asesor administrativo o contable. Pienso también en la dimensión intelectual, tal vez un laico o una laica, preparados en docencia y pedagogía, puedan ser una excelente opción para acompañar este aspecto de la formación, y no solo como especialistas que colaboran o asesoran, sino como coordinadores de esta dimensión. Son estas preguntas las que creo podrían resultar útiles para seguir profundizando en nuestra tarea formativa.
Bibliografía:
CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO
S.S. JUAN PABLO II, Pastores Dabo Vobis
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación sacerdotal. Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis. 8-12-2016
MARIAPIA VELADIANO, y el seminario se abrió a una joven laica, L’OBSERVATORE ROMANO, 06 febrero 2021
https://www.osservatoreromano.va/es/news/2021-02/y-el-seminario-se-abrio-a-una-joven-laica.html
[1] MARIAPIA VELADIANO, y el seminario se abrió a una joven laica, L’OBSERVATORE ROMANO, 6-2-2021
[2] MARIAPIA VELADIANO, y el seminario se abrió a una joven laica, L’OBSERVATORE ROMANO, 6-2-2021.
[3] Cf Ratio 151
[4] Ratio 127
[5] Cf. Ratio 128
[6] Cf Pastores Dabo Vobis 41
[7] Ratio 126
[8] Cf. Ratio 129
[9] Ratio 132
[10] Cf. Ratio 140-144
[11] Cf. Ratio 145
[12] Ratio 146
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