Crear una cultura vocacional es un desafío constante en la Pastoral Vocacional. Cada tiempo y cultura representa un desafío en sí mismo. La labor de la Pastoral Vocacional es crear un espacio de reflexión para vivir la propia vocación en medio de esos desafíos.
En el presente artículo se pretende que el pastoralista de la vocación tenga presente algunos elementos al momento de forjar el estilo pastoral de acuerdo a la cultura vocacional que quiere promover.
Algunos expertos, como el p. Amadeo Cencini sacerdote canosiano, proponen una cultura vocacional que acompaña el proceso inicial y permamente de una persona que siente el llamado vocacional. A continuación, algunas pautas para lograrlo.
Mentalidad
Es importante conocer no sólo la manera de pensar que tienen los jóvenes de hoy sino la mentalidad que se les propone. Para esto es importante el proceso auténtico de la educación, que ya desde su etimología se comprende su naturaleza: edu-cere, es decir dejar salir la personalidad del joven para después ir formándola, pero primero hay que conocerla. El acompañante vocacional no parte desde el ideal de la cultura vocacional sino que primero ha de conocer la cultura del propio vocacionado: cómo piensa, cuáles son sus ideales, en qué se basan sus anhelos, cuáles son los valores que proclama, etc. Todo esto tiene una profunda relación con el ambiente del que procede: hogar, parroquia, barrio, nacionalidad, etc.
Se sugiere reportar por escrito y reflexionar cuál es la mentalidad de procedencia del vocacionado. De este modo se puede plantear un itinerario en el acompañamiento personal y grupal. Es ahí donde se puede proponer la teología del kerigma vocacional.
La catequesis vocacional ayudará a dar los elementos básicos que, al menos, se comprenden desde el aspecto intelectual. Es importante clarificar a los jóvenes estos principios. De este modo Juan Bautista predica la persona de Jesús a sus discípulos y forja en ellos una curiosidad. (Cfr. 1,29-34)
Sensibilidad
Una vez que se reconoce la mentalidad de origen, se ha predicado el kerigma vocacional y se tienen principios claros es momento de pasar a la experiencia. Se sabe que el mundo de hoy ofrece una gran diversidad de experiencias a los jóvenes, de modo que por medio de ellas los jóvenes deciden una carrera o se perfilan para un oficio. De este mismo modo, se propone a los jóvenes a vivir en primera persona lo que se les ha predicado. Es el “vengan y vean” que Jesús propone a los primeros discípulos. (Cfr. Jn 1, 39)
De este modo, se va acumulando la teoría y la experiencia del llamado de Dios, ya no es algo abstracto ni algo simplemente temporal sino que proyecta a un camino de vida al lado del Señor, muy independientemente del estado de vida al que se siente llamado.
Es importante que los jóvenes puedan superar la mentalidad del mundo actual que promueve lo rápido e inmediato, así como la decisión pre-elaborada. Este es un tiempo precioso para oír sus expectativas en la decisión, sus resistencias a forjar un proceso o camino vocacional que no es inmediato, sino que exige disciplina, sacrificio, fidelidad, etc. En este camino tienen mucho que expresar y mucho que reconocer sobre el sentido profundo que tiene lo que viven. Tal como la experiencia de Emaús (Cfr. Lc 24, 13-32).
Pedagogía
Cuando los jóvenes han entrado en sintonía desde la teoría y la experiencia de Dios, es probable que poco a poco vayan reconociendo la finalidad de su proceso vocacional: sentir y vibrar con Dios. Estar en un cierto grado de sintonía con su voluntad.
La meditación, la oración, los ejercicios espirituales, los retiros y todos los medios para conocer el sentir y pensar de Dios les da la pauta para tomar decisiones de acuerdo a su etapa.
Esta sintonía con Dios no se improvisa como tampoco la vida y la vocación. Es un proceso constante que se practica en constancia y se dispone a ir haciéndolo todos los días.
Evidentemente no es un objetivo fácil de adquirir ni tampoco es muy evidente en los jóvenes a la primera cita, sino que poco a poco se va aprendiendo a hacer.
El acompañante vocacional va constantemente forjando en él una pedagogía mediante el acompañamiento y discernimiento. Ayuda mucho la pregunta: ¿Qué siente Dios ante esta situación que tú planteas? No se trata de anular los dramas que los jóvenes viven sino iluminarlos desde los sentimientos de Cristo para dar una respuesta a sus propios desafíos.
De este modo se va formando una cultura vocacional que prepara a los vocacionados a una formación permanente, de la vida, de lo cotidiano. Ahí donde Dios sigue llamando, configurando y enviando a sus discípulos.
monicgarquin@gmail.com
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