La sinodalidad forma parte del ser de la Iglesia, aunque a muchos les parezca una novedad del Pontificado actual; debemos decir que dentro de la experiencia eclesial la sinodalidad forma y es parte integrante de ella. Como sabemos, estamos viviendo un Sínodo sobre la sinodalidad. Esto ha provocado también que los diferentes actores de la vida eclesial nos veamos confrontados por el ser y el actuar en sinodalidad.
La Asamblea de la UISG
Este es el caso de la vida religiosa femenina que se reunirá en su XXII Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG). Se quiere abrir un espacio para la experiencia sinodal en la vida religiosa. Serán aproximadamente 700 religiosas de 71 nacionalidades reunidas bajos la premisa “Abrazar la vulnerabilidad”. Hay dos motivaciones para realizar esta asamblea que esta noticia nos permite conocer. Por una partes, reunidas para fomentar la escucha; por otra, abrirse a una dinámica de discernimiento común como Iglesia.
Quienes están detrás de la convocación y preparación del evento hablan de la Asamblea como “una manera de hacer visible la sinodalidad”, afirmación que nos debe llevar a cuestionarnos también si desde nuestra pastoral, la comprometida labor con las vocaciones, nos hemos también planteado el ejercicio y la vida sinodal para nuestras estructuras de trabajo y acompañamiento.
Los temas principales
Dentro de la asamblea se contará con algunas palabras claves que guiarán el encuentro, rescatamos: vulnerabilidad, periferias y llamadas (os) a la transformación. Mismas palabras que abordadas desde el quehacer de la pastoral vocacional evocan un profundo diálogo que puede surgir entre todos, un diálogo fecundo, que haga también, una vez más, visible y posible ¡por qué no! la sinodalidad.
El ejemplo de la USIG debe abrirnos a nuevos horizontes en los que fomentemos espacios de escucha profunda y de discernimiento común; desde los que tienen a cargo de liderazgo en las comisiones hasta los nuevos hombres y mujeres que se acercan con inquietud para ser acompañados. La sinodalidad solo dejará de ser “eso extraño y novedoso que trajo Francisco” si abrimos nuestra experiencia eclesial cotidiana a su influjo, movidos siempre por el Espíritu Santo.
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