Pastoral de la Vocación

Despertar Vocacional «Joven, levántate»

Categorías Sembrar Vocaciones
Este artículo está escrito por Jesús Castillo

Objetivo: Los jóvenes reciben, a la luz del kerigma vocacional, un primer anuncio y sensibilización de la propia vocación.

  • 1. Experiencia de vida

¿Alguna vez has experimentado que la cama no te deja ir? ¿O que ante una invitación te da pereza salir o emprender un camino?

Esta experiencia de bloqueo o de pereza muchas veces se da en nosotros, especialmente al despertar.

Ahora, este levantarnos no lo hacemos solos. Generalmente, hay alguien que nos despierta.

¿A ti quién te despierta?

Después de la respuesta: ¿Cómo te sientes cuando te despiertan?

Veamos este video, al final compartimos la experiencia de cada uno:

https://www.youtube.com/watch?v=Lc-vINJmhNk

(Diálogo con los jóvenes)

Vemos que no es fácil levantarnos, y cuando alguien nos despierta tenemos diversas reacciones. Este fenómeno de levantarnos y ser “molestados” por alguien o algo tiene una profunda relación con la propia vocación. En esta mañana reflexionaremos sobre la propia vocación y sobre el “letargo” social o eclesial que vivimos.

  • 2. Palabra de Dios

Lc 7, 11-17

Algunas imágenes importantes que prestar atención:

Madre viuda.

Joven, levántate.

El joven al resucitar, habla.

Jesús lo entrega a su madre.

  • 3. Catequesis

La experiencia de permanecer en un estado de reposo es muy frecuente y más cuando salimos del letargo del sueño. Muchos experimentamos una especie de cansancio o resistencia a la movilidad. Sin embargo, eso no es signo de imposibilidad de movimiento. Más bien eso se debe a la inmovilidad por varias horas.

También es común experimentar el enfado cuando somos despertados por diversos motivos o personas. No es fácil dejar la cama o el sofá para empezar una nueva jornada o hacer algo que nos piden mientras estamos en reposo.

El evangelio que escuchamos es importante considerarlo como una motivación de Jesús ante la vida. Como joven, como muchos jóvenes quizá estamos experimentando el sepulcro de una vida sin sentido, una vida con más culpas que responsabilidad, una vida común y corriente, una vida de rutinas. El sepulcro de los jóvenes es muy variado. Ante la carencia de bases optamos por lo primero que vemos. Ante la carencia de identidad permitimos (por naturaleza) que las modas nos identifiquen y nos unamos a grupos con el cual nos sintamos mejor o haya más afinidad de gustos.

Sin embargo, tiene que llegar una edad de madurez para tener el valor de enfrentarnos a nosotros mismos y optar por lo que Dios quiere, dejar que nos moleste su llamado y la misión.

Muchos jóvenes hoy están optando por la inercia de la sociedad, dejan que otros decidan por ellos, a veces dejan que la misma inercia decida por ellos mediante el ciclo escolar (pues ya acabé el colegio o bachillerato, toca la Universidad o trabajar). Con esto no decimos que sea algo malo, sino que nos damos poco tiempo para ver si Dios nos quiere en eso y con esa profesión.

El sepulcro se sigue mostrando bello por fuera pero podrido y frío por dentro. No basta con tener una buena apariencia juvenil. Es necesario que dentro de esa apariencia haya un joven vivo y despierto, levantado para la vida, entrenado para salir de su zona de confort. Pero eso sólo lo da el que ES la VIDA: Cristo.

El Papa Francisco nos regala algunas ideas:

Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. Entonces, las primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son: ¡Él vive y te quiere vivo!

Porque «la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno. Esa vida no es una salvación colgada “en la nube” esperando ser descargada, ni una “aplicación” nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación. Tampoco la vida que Dios nos ofrece es un “tutorial” con el que aprender la última novedad. La salvación que Dios nos regala es una invitación a formar parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse»

Queridos jóvenes, seré feliz viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos. Corran «atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos»

Es importante consideremos estos consejos del Papa Francisco, que les quiere mucho. Es importante no “balconiemos” la vida, es decir no la dejemos para que otros nos la habiten sino nosotros nos apasionemos por la propia y la habitemos.

La Palabra de Dios que hemos escuchado de san Lucas 7, 11-17 nos da pautas importantes para levantarnos y entrenarnos para lograrlo.

Consideremos la madre que llora al lado del sepulcro de su hijo muerto. El cortejo sale al entierro, la madre se ha resignado a la muerte. Y acompaña al hijo, se lamenta. ¿Qué iría pensando o imaginando la madre? Esto mismo podemos pensar de la Iglesia, de nuestra familia, de nuestra propia madre. ¿Detectas resignación ante tus signos de muerte? ¿Cómo te imaginas a tu familia llevándote al cementerio?

Pensemos en el encuentro de Jesús. Un Jesús que va de camino y se encuentra con el drama de la mujer viuda, signo de una mujer desprotegida. Algo que vivirá en el futuro su propia madre, María al pie de la Cruz. Jesús se compadece y le pide no llore más. Jesús mismo le da la orden al muerto: joven, levántate. Jesús sale al encuentro de tu cortejo fúnebre, se topa con los signos de muerte y con el drama familiar. Para él la muerte contrasta con el proyecto de Dios. Los jóvenes en la época de Jesús eran el sustento de la sociedad porque la juventud era la edad de la madurez. La esperanza de vida era muy corta, morir joven significaba morir sin un propósito cumplido, porque en la juventud apenas comenzabas a cumplir los objetivos de la propia vida. ¿Quién ha facilitado en tu casa que Jesús “tope” con el cortejo de los signos de la muerte”?

Finalmente, Jesús al resucitar al joven lo devuelve a su madre. El joven recupera la oportunidad de cumplir el propósito de su vida y aspirar a una ancianidad fecunda. Pero además acompañar a su madre sola. Jesús siempre nos ofrece segundas oportunidades para volver a vivir, no sólo para continuar sobreviviendo a la rutina de la vida sino a plenificarnos y encontrar el propósito de nuestras vidas, no sólo para sentirnos bien y continuar con la rutina. Al contrario, la segunda oportunidad de Jesús busca generar dos cosas: consuelo y fuerza. Consuelo ante las culpas del “no lo hice” “no lo logré”. Jesús no quiere imprimir culpa sino acogiendo la culpa nos desafía a volver a intentarlo o a evaluar el proceso y dejarnos el desafío de la responsabilidad. Decimos que fuerza, porque sigue confiando en nosotros después del fracaso, él tiene fe en nosotros, confía en nuestro frágil y amado barro. Conoce nuestra capacidad de resistencia, pero también el punto de quiebre. Aun así, confía y se mantiene atento a nosotros.

  • 4. Actividad

Se le entrega a cada joven el esquema del ataúd, y en grupo conversan sobre las cosas que suceden a los jóvenes de su tiempo y que son parte de aquello que los lleva a la muerte “de modo progresivo, lento y sutil”.

En el esquema han de anotar cada uno aquello con lo que se identifica que le “lleva a la muerte lenta”.

Aquí puedes descargar el esquema del «Ataúd del joven» :

  • 5. Compromiso

Mi despertador vocacional

Se le entrega al joven una hoja con el esquema del reloj “despertador” donde en cada hora debe ir escribiendo 12 cosas que debe hacer en un año, cosas que le “despierten” amar a los demás. Una por mes.

  • 6. Oración

Canción “Bendito sea Dios” – Hakuna

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