Una mujer que reunió por 20 años para costear su boda soñada decidió gastar sus ahorros en una ceremonia de unión consigo misma porque nunca encontró al indicado. No es un meme. Fue la noticia de la BBC con más “me gusta” hace algunas semanas. La “novia” -como reseñaron- tuvo wedding planner, vestido blanco, intercambio de votos, pastel, fiesta en un club y pare de contar.
En este estracto de la entrevista, justifica su decisión: “Creo que llega un punto en el que piensas ‘puede que no tenga esto con una pareja a mi lado, pero ¿por qué iba a perdérmelo?’”
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Recientemente se empezó a popularizar esta tendencia de personas que pretenden casarse consigo mismas. Y aunque algunos promuevan estos ritos de “sologamía” llamándolos amor propio, en realidad lo que deja en evidencia es una visión distorsionada de las bodas, no como un medio en el cual los esposos se unen, sino como un fin en sí mismo.
Desde que se inventaron las revistas de novia, hay niñas de 13 años coleccionándolas. Hoy en día las redes sociales como TikTok e Instagram han exponenciado este ideal de la boda perfecta con cuentas que dicen servir de inspiración a las novias, pero en realidad generan una presión mediática principalmente para las mujeres, mientras que a los hombres los dejan de lado.
Esta desconexión tan grande es la raíz de mucha frustración. En la biblia, Dios se dirije a los hombres cuando habla del matrimonio, pero hoy en día los jóvenes ni siquiera han llegado a esa conversación cuando quienes serían sus futuras esposas ya saben que quieren un vestido de Vera Wang. Las chicas tienen una idea preconcebida de la boda y solo necesitan a un novio que encaje en ella.
¿Cómo abrazar ese anhelo de casarse sin desesperar? Hay que callar las voces externas y volver a hablar con Dios. Si no descuidáramos tanto la preparación espiritual para el matrimonio, veríamos que el evangelio más leído en las bodas es precisamente el recordatorio del justo orden de las cosas:
“Jesús respondió: ‘¿No han leído que el Creador en el principio los hizo hombre y mujer y dijo: El hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá con su mujer y serán los dos uno solo? De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre’” (Mt 19: 4-8)
Primero viene la relación con Dios, luego una preparación personal, y finalmente la unión que forma Dios en su tiempo. Sin deseos egoístas. Estas tres ideas ayudarán a poner en oración la vocación al matrimonio.
El anhelo
Retomemos la imagen que el Señor nos recomendaba recordar. La podemos encontrar en el Génesis: Dios creó todas las cosas y vio que estaban bien y por último creó a Adán y dijo que estaba muy bien. Pero sería que Adán estaba desanimado porque Dios rápidamente concluyó que “no es bueno que el hombre esté solo.” (Gen 2:18)
La verdad, no está en la biblia que él le haya pedido a Dios una esposa -¿cómo se lo iba a imaginar?- Pero Dios conoce a su creatura y se ancitipa a sus necesidades. Si sentimos un llamado a compartir la vida en pareja, nos encanta una comedia romántica, se nos dilatan los ojos cuando vemos a unos viejitos de ochenta agarrados de la mano, nuestro Padre “que nos ve en lo oculto” ¿no lo sabrá?
Si ya discerniste esta parte, felicidades, sueñas con casarte y Dios también.
La pareja
Retomando el Génesis, sabemos que para este punto del relato Dios le había presentado a los animales y le había encargado el cuidado del Edén. ¿Estaba probando a ver si Adán se conformaba? Siendo que Dios sabe todo, pasado presente y futuro, seguro sabía que Adán necesitaría otra cosa, pero mientras tanto le da una misión de liderazgo y cuidado sobre su creación. Dios lo está preparando con la madurez que requiere el gran paso. No es cualquier tipo de preparación, como ir pensando en una paleta de colores. Es la preparación que lo ayuda a amar bien.
Entonces, mientras Adán estaba descansando Dios toma su costilla y, cuando se despierta, le presenta a Eva, hecha tal cual para él.
Adán responde “esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos.” (Gen 2:23) ¿A quién? A Dios. Cuando el enamorado está preparado para amar a una persona en específico, debe ponerse en comunicación con Dios.
La bendición
Pero Adán no era el únicos que tenía algo que decir. Unas páginas antes, cuando la Palabra nos resumía la creación, nos dice que luego de hacer al hombre y la mujer Dios los bendijo y les dio una instrucción, en este caso, “sean fecundos y multiplíquense” (Gen 1:28).
Con Adán y Eva no sabemos los minutos y segundos en los que todo se concretó. Aunque pareciera automático, muchas veces las promesas de Dios tardan un poco más en cumplirse, alabado sea Dios que conocemos otras historias bíblicas más exitosa que la de ellos que nos demuestran que cada historia tiene un tiempo distinto para la voluntad de Dios.
Incluso aunque con buena intención nos condicionamos para aceptar nuestra vocación, puede que no sea la voluntad de Dios que las cosas se den cuando cumplamos cierta edad, o alcancemos cierto logro. Nada más lejos que lo que les sucedió Abrahám y Sara, que tuvieron que esperar 100 años para concebir un hijo, o a la historia de José y María, que a nuestro gusto tuvieron que hacer todo muy rápido. Pero fueron jubilosos y formaron un hogar indestructible porque tenían a Dios como roca.
Más bien pongamos sigamos meditando junto con San Pablo el ejemplo del padre de nuestra fe: “No dudó de la promesa de Dios ni dejó de creer; por el contrario, su fe le dio fuerzas y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que cuando Dios promete algo, tiene poder para cumplirlo. Y Dios tomó en cuenta esa fe para hacerlo justo”. (Rom 4:20-22)
Buenas tardes, por favor pido me acompañen en oración por la voluntad de Dios en mi matrimonio.