Pastoral de la Vocación

La búsqueda de Dios: el carisma monástico

Este artículo está escrito por Lorenzo Yovera

Dejadme buscar el don del silencio, la pobreza y la soledad, donde todo lo que toque se convierta en plegaria…

Thomas Merton

Misión de la vida contemplativa en la Iglesia

La raíz misma de la vida consagrada en la Iglesia es la búsqueda de Dios. En la historia encontramos a tantos hombres y mujeres que en su búsqueda de Dios, se unieron “a Cristo por su entrega personal durante toda la vida”. Para el Concilio Vaticano II, siguiendo la tradición viva de la Iglesia, esta entrega absoluta en un género de vida específicamente cristiano, es la garantía primordial del desarrollo integral del hombre y de su fecundidad en el mundo.  

No hay que pasar por alto el carácter fuerte de la expresión “entrega personal”. Porque, de hecho, la vida consagrada se funda en el deseo personal una persona. Ella decide, por gracia especial del Espíritu Santo, impulsar toda la vida a la obra de Dios. Lo hace, además, en un carisma específico al que se es llamado, y en el que la búsqueda de Dios se concreta. Hay aquí libertad responsable puesta al servicio de Dios y del prójimo. Y esto hace renacer la Iglesia, la constituye y la modela.

El carisma contemplativo en la Iglesia busca reforzar estos elementos propios de entrega y libertad, que son connaturales a toda vida consagrada. Pero su acento propio recae en la exclusividad de esa búsqueda de Dios frente a cualquier otra obra. Es decir, en la visión de lo trascendente y auténtico como clave interpretativa del desarrollo humano, basado en una relación con Dios intensa. La respuesta personal y absoluta aporta a la existencia un sentido real de la fe desde una óptica profundamente oblativa.     

Vida monástica contemplativa

La vida monástica, desde antiguo y en diversas religiones, se ha mantenido como un estilo de vida que se corresponde totalmente al deseo inscrito en el corazón humano de la búsqueda de Dios y la plenitud divina. En este sentido, representa esa exclusividad para con Dios de la cual hablábamos arriba. En su esencia misma, nace de una búsqueda de Dios constante, permanente. El cristianismo católico tiene a Cristo como centro y modelo perfecto de la más auténtica humanidad. Por esta razón fundamental es que la devoción a la humanidad de Cristo ha sido, desde los inicios, inspiración y guía para el carisma monástico en general. También con acentos más claros hacia esta orientación en algunas reformas monásticas que se han dado en la historia de la Iglesia. 

Discernimiento de una vocación monástica y su acompañamiento

De esta manera, el que es llamado por Dios a la vida monástica contemplativa, siente en su interior una fuerza única que lo impulsa a corresponder a Cristo. Misteriosamente, Cristo se une existencialmente a él en una elección particular que le brinda autenticidad y plenitud sin límites. Así, pues, en el llamado a la vida contemplativa se evidencia desde el inicio el peso de una relación personal con Cristo. Esta, aunque trascendente, es al mismo tiempo vital y experiencial, porque da contenidos concretos a la dinámica personal en el amor. Por esta razón, el carisma contemplativo no obedece a una actividad concreta de apostolado. Su apostolado es precisamente la dedicación y fortalecimiento de esta relación de amor con Cristo, que infunde y mantiene totalmente la propia existencia. 

Partiendo de la premisa evangélica de dejarlo todo para seguir a Cristo, como verdadero discípulo, el que se siente llamado a la vida monástica descubre en su interior una fuerza sobre todo espiritual. Ella lo impulsa a acrecentar su seguimiento a Dios de una forma más radical, aunque es consciente de las dificultades que esto implica. Lo mueve también un deseo intenso de una vida ordenada. Una vida equilibrada en sus motivaciones y orientaciones cotidianas para que la búsqueda de Dios pueda desenvolverse como el eje central de toda la vida. 

Discernimiento y conversión

Obviamente, no hay búsqueda de Dios auténtica sin verdadero autoconocimiento. Esto significa estar abiertos al camino de conversión. Es el proceso existencial que el mismo Cristo nos ha delineado con su propia vida y enseñanzas, y la tarea que nos ha dejado para alcanzar la vida en el espíritu. Por tanto, la conversión es, de alguna manera, el “alma” de la vida monástica, su espacio vital. Este es el canal donde se desarrollarán el cúmulo de actitudes requeridas para avanzar en el camino espiritual.

El que experimenta el llamado a este estilo de vida, comprende que no puede vivir entregado a lo único necesario sin la adquisición de ciertas actitudes que lo conduzcan por la vía segura de la oración contemplativa. El silencio, la soledad en comunidad, el trabajo manual, la oración, la lectura espiritual, la separación del mundo… Estas son algunas de estas actitudes que, para el que está llamado a esta vocación, sirven de medios verdaderamente esenciales en su camino de crecimiento y desarrollo como discípulo del Señor. El que está llamado se deja interpelar profundamente por estos elementos propios del carisma monástico, al mismo tiempo que se siente atraído por ellos. 

Acompañar la vocación monástica

Iniciar un acompañamiento en el camino vocacional monástico resulta un proceso integral, como todo camino vocacional. En él toda la persona participa con su historia y sus deseos más profundos. Quizá lo característico en el acompañamiento monástico sea la apertura necesaria a la dinámica espiritual como fuente de transformación auténtica y sustento del verdadero autoconocimiento. Este es requisito también indispensable en las actitudes que se verifican en la formación monástica.

Durante el tiempo de formación, siguiendo lo que dice la Regla de los monjes de San Benito de Nursia, se constata si el candidato verdaderamente busca a Dios. Esto significa concretamente la confirmación de una orientación a la vida espiritual como enfoque de la propia existencia. También la disponibilidad del candidato a adentrarse en este camino con valentía y entusiasmo. La búsqueda de Dios le garantiza al que es llamado cumplir con el deseo de su corazón: vivir días felices en la casa de Dios.

Si quieres conocer y profundizar más en la vocación monástica o ponerte en contacto con alguna comunidad, te dejamos algunos enlaces del Monasterio Cisterciense Nuestra Señora de los Andes y sus redes donde podrás encontrar sus contactos.

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