Pastoral de la Vocación

El camino a la fidelidad

Este artículo está escrito por Isabella Reimi

¿Cuál es el camino a la fidelidad? Cuando se intenta convencer a un joven de que se guarde para el matrimonio, muchas veces lo primero que se le dice es que, si la pareja tiene relaciones sexuales antes, una vez casados sufrirán por infidelidad.

El oráculo es algo así como: “Imagina que estás embarazada y tu esposo tiene una secretaria. Si no sabe aguantarse, se va a acostar con ella!” No estoy segura de quién inventó este cuento. La primera vez que lo oí fue de una videoconferencia en California que se grabó en 2008 y en 2020 también usó el mismo ejemplo un sacerdote que habló conmigo en Caracas.

Seamos sinceros. Para esta generación, la descripción suena como a una escena de Mad Men y eso lo escribo con temor a sonar ya muy desactualizada. Para empezar, la generación que se veía trabajando con trajes negros, que tenía secretaria y un tabú por el sexo durante el embarazo, fueron criados para abstenerse hasta el matrimonio. Sin embargo, la historia nos demuestra que no fue garantía para la fidelidad.

Por el contrario, un joven de hoy, persuadido por tantas campañas mediáticas, apostaría que debe ser más fácil amar exclusiva e incondicionalmente a la pareja que eligió libremente porque la conoció en todos los aspectos antes de casarse. Y tiene razón. La confusión suele venir por lo que consideramos que es la libertad.

¿El amor es libre?

Al occidente se le llama el “mundo libre” porque cada quien puede hacer lo que le viene en gana, pero en realidad estamos encadenados a las expectativas. La psicóloga Esther Perel explica que seguimos buscando en el matrimonio lo que tenían nuestros ancestros: protección, estabilidad y familia, pero también queremos un matrimonio sexy, donde el deseo nunca acabe. Y se supone que todo esto viene a partir de intercambiar los votos nupciales, como si se tratara de un hechizo.

Leamos un extracto que publicó para la revista americana The Athlantic (2017):

“Vivimos en una era de derechos; donde creemos que la realización personal es nuestro deber. En occidente, el sexo es un derecho ligado a nuestra individualidad, nuestra autorrealización y nuestra libertad. Así, la mayoría de nosotros ahora llegamos al altar después de años de nomadismo sexual. Para el momento en que nos casamos ya hemos ligado, vivido y terminado con otros. Solíamos casarnos y tener relaciones sexuales por primera vez. Ahora nos casamos y dejamos de tener sexo con otros. La elección consciente que hacemos de controlar nuestra sexualidad es un testimonio de la seriedad de nuestro compromiso; al dar la espalda a otros amores, confirmamos que hemos encontrado a “el que es” y podemos dejar de buscar. Entonces se supone que nuestro deseo por los demás se evapora milagrosamente”.

En su artículo ¿Por qué las parejas felices engañan? la especialista aborda argumentos que explican la infidelidad y asegura que esta situación devastadora no es necesariamente el fin de la relación. Pero lejos de estar predestinados al engaño, se puede trabajar la fidelidad en el noviazgo. Si no son nuevos en la columna, la respuesta ya la saben.

La castidad y tres pasos hacia la fidelidad

La castidad pasa por entender que la otra persona no es una pieza más en tu derecho/deber a la autorrealización del siglo XXI. Para ser coherentes a la confianza necesaria en una relación de dos, se debe reconocer la dignidad de la otra persona y respetar a la autoridad que les otorgó a ambos esa dignidad. Pero vamos paso a paso.

Ser fiel a Dios

La fidelidad viene de Dios. Hay tantos ejemplos en la Biblia de sus promesas cumplidas. Ancianos a los que fecundó, reyes que alzó, el pueblo que liberó y la ciudad que les dio por hogar. Pero más allá de esas enormes proezas, cuando Dios entregó los mandamientos dio un camino claro para alcanzar la felicidad pues Él, que ve todo cuanto es bueno, nos quiere resguardar de las tragedias también. Dice el libro del Deuteronomio:

“Reconozcan, pues, que el Señor su Dios es el Dios verdadero, que cumple fielmente su alianza generación tras generación, para con los que le aman y cumplen sus mandamientos”

Deuteronomio 7, 9.

Por eso podemos rezar como nos enseña Lazos de Amor Mariano: te ofrecemos un noviazgo como el que tú nos pides para un matrimonio como el que los dos soñamos. 

Ser fiel a nuestros sueños

En el artículo anterior, sobre el mandamiento nuevo, aclaramos que el amor hacia al otro no pasa por el egoísmo que muchas veces profesamos con el “amor propio”, donde ponemos el alcance de nuestro placer y nuestro bienestar por encima del de los demás.

Sin embargo, si Dios nos regala el sueño de querer ser amados ¿por qué debemos conformarnos con la satisfacción inmediata? Si sabemos que podemos ejercitar nuestra voluntad en el noviazgo ¿por qué enviciarnos? Si ya hemos luchado por una meta ¿para qué arriesgarlo?

Inspirémonos en Dios, que cuando nosotros queremos pecar, no se suma a nuestras iniciativas, sino que siempre vela por nuestro bien.

“Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo”

2 Timoteo 2,13

Ser fiel al otro que sueña

Ya abundan las personas que dicen que quieren pasar el resto de su vida con su “mejor amigo” o “amiga”. Pero no entendemos el verdadero valor de la amistad, porque pensamos que ser amigos es criticar a los demás y escuchar un “te entiendo” o solo reír y pasarla bien.

Pero la verdadera amistad no es ir al cine cuando mañana hay exámenes finales, sino decirle al amigo “entiendo que tienes que estudiar, así que no me enojo”. Pues también entender la dignidad del otro es decir “entiendo que quieres ser amado para siempre, ahorita no puedo prometerte nada por una razón u otra, así que tampoco te robo paz”.

El noviazgo casto tiene momentos de compartir hermosos e inigualables cuando ambos son buenos el uno para el otro. Es verdad que aguantar el impulso de buscar íntimamente a una persona con la que compartes tanto, requiere de una renuncia, pero finalmente en pareja se viven indudablemente muchas renuncias. Renuncia a vivir bajo la comodidad de los padres que te cocinan, renuncia al sueño cuando los hijos nacen, renuncia a comprar todo cuanto quieres si la familia está ahorrando, etc. Así que practicar la renuncia en la abstinencia del noviazgo es un ejercicio sensato.

Terminemos ofreciendo la oración de San Pablo para nosotros:

“Que el Señor los ayude a amar como Dios ama y a tener en el sufrimiento la fortaleza de Cristo”

2 Tesalonicenses 3, 5

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