Pastoral de la Vocación

Dios sueña con vos

Este artículo está escrito por Lucas Smiriglia

Tu Sueño a descubrir, disfrutar y compartir.

¿Qué te gusta? ¿Qué disfrutas hacer? ¿En qué momentos experimentas que tu tiempo vuela? ¿Qué despierta tu pasión? ¿Qué es lo que te saca sonrisas y llena tu ánimo de generosidad? ¿Cómo se te pasa tu cansancio? ¿Con qué vibra tu corazón?

¿Por qué empezar con preguntas? Para ponernos delante de Dios desde lo que cada uno vive. Tu vida, con lo que eres y experimentas delante de ti mismo y de Dios. Tus sueños son tuyos, y esto es así, precisamente porque están radicados en el sueño de Dios que te busca, de manera única y personal. Dios late con tu vida y en sus latidos lo que desea es que vivas en plenitud. Más preguntas… ¿vivís en plenitud? ¿saboreas la vida? ¿disfrutas tu día? ¿despertás con energía?

¿Por qué más preguntas?

¿Por qué más preguntas? Porque el sueño de Dios está en el centro de cada uno de nosotros. El sueño de Dios es Jesús, que se hizo hombre para mostrarnos un modo de ser hombres y mujeres. Un modo de vibrar en sintonía con el proyecto de Dios. Sintonizar con la presencia de Jesús, latir con el Cristo interior es una misión a descubrir (Mt 28, 20). Cada persona puede revelar, si se adentra en la profundidad de sus sueños, el latido de Dios que está enamorado de la humanidad, que hace alianza con su pueblo santo, que se vuelve loco por encontrarnos, que se desvela y pone en camino siguiendo nuestras pérdidas (Cfr. Lc 15,4).

Ahora, esto suena bien, pero… ¿cómo? Vivo mil cosas en mi día a día, ¿cómo hacer espacio a Dios?, ¿cómo descubrir que mis latidos pueden ser más intensos y vitales?, ¿cómo descubrir eso que dices que “Dios sueña conmigo”?, ¿cómo saber si vivo de acuerdo a lo que Dios sueña conmigo?

Me gusta pensar cómo sería mi perfil en las redes sociales, si lo hiciera Dios. Me gusta imaginar que él sabría escoger los momentos, que él no se obsesionaría por los filtros, ni tampoco por la cantidad de «me gustas» que vengan de afuera. Me anima imaginar que Dios buscaría presentarme de manera simple, genuina, sin grandes sobresaltos, sino con la simpleza de la flor que en su pequeñez atrae y embellece el paisaje. Me gusta imaginar que Dios sabría sacar lo mejor de mí, aún aquello que posiblemente ni yo sea capaz de percibir. Dios encuentra tesoros en el campo y vende todo por cada uno de nosotros, entregó a su Hijo… y me continúo preguntando, ¿puedo animarme a pensar que eres tú esa perla preciosa por la que vale la pena dar todo? (Mt 13, 45).

Dijimos que el deseo de Dios es un proyecto a descubrir. Sin embargo, ante la magnitud de esto, el riesgo es caer en abstracciones. Por esto, muchas veces encontramos y cedemos ante la tentación de renunciar al sueño. Como si el soñar fuese un pasatiempo de poetas y románticos, un atentado a la realidad. En el fondo, lo que sucede es que simplemente no sabemos cómo soñar. Y armamos toda una vida, intentando no sabemos bien qué. De ahí emergen muchas frustraciones, cansancios y temores.

Animarse a soñar…

Hay muchos jóvenes que no se animan a soñar, incluso podemos reconocer en cada uno de nosotros cuando aparecen fantasmas o temores ante nuestros sueños. Porque soñar es muy grande. Sin embargo, la búsqueda comienza por lo pequeño, por lo simple. Aquello que te hace sonreír de un modo distinto, las palabras que sientes cargadas de sentido, las miradas que te hacen sentir amado, hasta los chistes que más te gustan y disfrutas, los caminos que despiertan tu simpatía, tu alegría sincera y simple. Destellos cotidianos de la búsqueda profunda que late en tu corazón e irriga sangre cada día para ponerte en movimiento y apertura.

Cuando hablamos de sueños podemos reconocer que a lo sumo en la vida tenemos uno o dos sueños que intentamos cumplir, aunque muchas veces ni siquiera sabemos por dónde empezar. Vamos a lo más básico. El deseo de Dios se descubre desde los pequeños sueños cotidianos que nos motivan, que nos ponen en camino y en congruencia con Dios y a través de los cuales experimentamos que nuestra vida late con sentido, con pasión, con fuerza y entrega. Allí donde sientes que vives, que estás presente, en donde puedes reconocer que estás.

3 Comentarios

  1. Guido

    Muy cierto el artículo y claro. Me anima a seguir soñando junto a Dios

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  2. Martha Miranda

    Gracias! tus palabras resuenan y vuelvo a leer por si me perdí algo. Soy mayor, tengo 68 años, y también sueño. Me has ayudado a disfrutar y empezar el día con renovado ímpetu en Dios, jajajaajaj.

    Así también te quiero decir que puedes dirigirte a adultos y mayores (ancianos), creo que muchos andamos aún soñando y eso me parece hermoso.

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  3. Susana Gironella

    Cada mañana alimenta mi espíritu dirigirme a Dios, y escuchar tus mensajes con una PAZ … que me ayudan a detenerme.. en el frenesí de la vida que acontece en estos tiempos

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