—Cuando fui seminarista, recuerdo el miedo constante de hacer las cosas “bien”, “como se deben”, la gran razón de ello es que mis formadores parecían omniscientes. Y todo lo que hacia “mal” podría y sería usado en mi contra. Me enseñaron, tal como se decía en los grandes documentos, que el papel de formador era acompañar y guiar a los aspirantes en su proceso vocacional; el problema es que mi experiencia no fue encontrar guías, sino cámaras de vigilancia. —
No negamos que, en las casas de formación, ya sea religiosa o sacerdotal, se encuentren buenos y sabios formadores; pero sí queremos recalcar el peligro que surge cuando, en lugar de un acompañamiento cercano, humano y fraterno, la formación se vuelca en juegos de poder que lo que provocan es miedo y desconfianza ante la presencia del formador.
I. ¿Cuál es el peligro o por qué se debe tener en cuenta no asumir el vigilamiento?
La formación vocacional debe estar guiada por la responsabilidad y la libertad de los sacerdotes formadores. El papel de los formadores debe ser el de acompañar fraternalmente. Es verdad que, dentro de la formación, un valor importante es la disciplina, la cual, con mucha facilidad se puede convertir en una injustificada severidad o roles de poder. De tal modo, para ejemplificar, podemos ver dos estilos de formación:
1. La de los formadores que están al pendiente de sus formandos, donde su cercanía les permite crear relaciones de confianza y fraternidad. Lo que esa relación busca es generar en el formando libertad y responsabilidad para asumir la vida y la fraternidad sacerdotal con seriedad.
2. La de los formadores “cámaras de vigilancia”, que su cercanía es utilizada para perseguir, juzgar, calificar a los formandos, incluso para chantajear o influir en su toma de decisiones. Aquí lo que se busca es generar una sumisión o miedo ante la figura del formador.
II. ¿Qué provoca ser cámaras de vigilancia?
El vigilamiento, casi policiaco, es una coacción ante la libertad y en la gran mayoría de las ocasiones termina provocando algo totalmente contrario al ideal de la obediencia como herramienta de formación y ayuda para los formandos. Los y las jóvenes que entran en formación están en un proceso de exploración y búsqueda sobre lo que les interesa y desean de su vida. Es normal que busquen tener nuevas experiencias y por lo mismo pueden sentirse interesados e involucrarse en actividades que se excluyen o prohíben en la formación; pero que pueden ser de cierta utilidad para ellos y ellas para descubrir más sobre sí mismos, sus deseos y así discernir mejor su vocación.
La cuestión es que el vigilamiento genera en los formandos un clima de desconfianza en sus comunidades de formación. Dando pie para que puedan hacer de su formación una doble vida, hacerse “mañosos”, generar dobles discursos, uno para el formador y otro para sí mismos. Un ejemplo de esto se ve en las actividades asignadas a los jóvenes que buscan crear un hábito en ellos cuando no se asignan desde la responsabilidad y la libertad. Desde este tratamiento los formandos realizan las actividades, pero lo que aprenden no es un hábito para su desarrollo, sino la manera en que funcionan los mecanismos y juegos de poder en la formación y cómo pueden beneficiarse de esto. “Lo hago para que me vea el formador, para así tenerlo contento”, pero no por convicción personal, pues no alcanza a encontrar qué de bueno puede tener tal o cual actividad para su formación aunque realmente sea una actividad beneficiosa.
Ser cámaras de vigilancia genera que las casas de formación funcionen como un panóptico, es decir, propicia a que los formandos estén totalmente a la defensiva todo el tiempo, cuidándose de todo, pues sus compañeros e incluso ellos mismos entran en una esfera de vigilamiento haciendo de la casa de formación un espacio hostil para la convivencia y la confianza. Formar en la responsabilidad, fraternidad y libertad implica no coaccionar y crear una cultura de confianza, libertad y comunicación efectiva en los formandos; mientras que formar en el vigilamiento genera un clima de hostilidad, desconfianza y disgusto en los y las jóvenes. Y es que, si las reglas se cumplen por miedo, conveniencia, o sumisión, no por una convicción que transforme la vida de los jóvenes, en vez de hacerles un bien, se les ha coartado en sus posibilidades y se ha de-formado el propósito de ese espacio de crecimiento y exploración. Cuando se forma en el vigilamiento ¿Qué diferencia hay entre la casa de formación y una correccional?
III. Tips para evitar el vigilamiento
En los juegos de poder siempre hay un superior y un inferior. Ser cámara de vigilancia es posicionarse arriba en una jerarquía de dominio. Es necesario vencer los juegos de poder según el Evangelio. Para ello puede servir:
- Que los formadores revisen su relación con los formandos ¿es a partir de juegos de poder? ¿me tienen confianza? ¿busco generar confianza? ¿busco estar en su realidad para poderme acercar a ellos?
- Como bien lo dice el Papa Francisco, los educadores debe ser ejemplo. A los jóvenes muchas veces se les pide hacer cosas que los formadores ya no quieren hacer “por que ya pasaron por eso”. Para ello los formadores deben buscar ser ejemplo de la formación, pues son estos, los modelos tangibles a seguir en las casas de formación.
- Renueven su vida espiritual. El poder no es malo, pero ¿para qué lo utilizamos? Los cristianos debemos ocupar el poder a ejemplo de Jesús «-«Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.» Lc. 22, 27.
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