Pastoral de la Vocación

¿Sentido de la búsqueda o búsqueda de sentido? I

Etiquetas Acompañamiento
Este artículo está escrito por Lorenzo Yovera

Buscar a Dios es todo un arte. Encaminarnos hacia esta aventura ha sido la empresa más arriesgada de nuestras vidas; también la más valiosa. Ahora, como formadores, nos corresponde continuar en nuestras propias vidas esta aventura desde un frente nuevo: desde el significado profundo que tiene para nosotros la experiencia del conocimiento de Cristo el Señor. Llamado constante que nos mueve, aunque imperfectos y débiles, a la conversión continua y a la apertura total al amor de Dios.

La búsqueda de Dios suele ser un tema complejo en nuestros días. Sobre todo porque hay mucha inseguridad en los jóvenes en lo concerniente a un proyecto de vida definido, debido a la multiplicidad de opciones que se le presentan. Obviamente, los que se acercan a la vida consagrada no están exentos de esta realidad. 

Sin embargo, hay que decir que, en el camino que recorremos todos en el discernimiento de opciones, siempre está implícito de una u otra manera lo que podríamos llamar una “elección previa”. Obviamente, esta opción afecta nuestra búsqueda con patrones que se entiende están asimilados en la personalidad específica de quien busca. Dicho de otra forma: de lo que se trata es de ser conscientes de la propia inclinación vocacional. Esta “elección” o “despertar”, a esta altura del proceso, por lo general se da de forma bastante espontánea, y está bien que sea así.   

El sentido de la búsqueda

Lo que estamos diciendo es que toda búsqueda conlleva un sentido, una orientación al menos vaga de lo que se desea encontrar. Buscamos cosas específicas, en ámbitos específicos y objetivos, ciertamente, con la presencia de dudas e inquietudes, que están ahí porque son la pulsación que nos mueve al deseo del encuentro, de la posesión de aquello que andamos buscando.

Es importante para los que nos dedicamos al acompañamiento en las primeras etapas de formación, que presentemos alternativas y herramientas para los jóvenes de hoy, que encaucen debidamente el sentido de su búsqueda. Como ya dije al inicio, la inseguridad y desconfianza que se genera en el joven por no partir en su búsqueda con un sentido específico, o de no construirlo en la medida que avanza en su discernimiento, es quizá, al menos desde mi experiencia en la vida monástica contemplativa, lo que se ve más frecuentemente en nuestros jóvenes de hoy.

Me parece necesario una aclaración. Hablo de sentido de la búsqueda, y no de la búsqueda de sentido, que, a mi juicio, es diferente. En línea con lo que se ha dicho, una falta de sentido en la búsqueda implica, en el fondo, una falta de conciencia de la propia identidad, es decir, una falta de contacto con la realidad personal y su dinámica más profunda.

Diríamos, en el lenguaje de los padres del monacato, una falta de autoconocimiento que difumina el sentido de la búsqueda de Dios, es decir, permanece ausente para mí lo que significa buscar a Dios y encontrarlo oportunamente. Conviene a este respecto recordar lo que nos dice el Concilio Vaticano II cuando sostiene que el misterio del hombre sólo queda esclarecido en el misterio del Verbo encarnado, que implica obviamente conocer y buscar a Cristo, el Hijo de Dios, Hombre verdadero.

Él, revelándonos al Padre, nos enseña igualmente el sentido pleno de nuestra humanidad, que es lo mismo que decir nuestra más profunda y auténtica vocación.Éste es el fundamento teológico de un auténtico autoconocimiento, que es la base inmediata en la cual se asienta el sentido de una búsqueda de Dios.

Buscar con sentido

En este contexto, encauzar mi búsqueda conlleva tomar contacto con mi propio mundo personal que da información certera (significado) acerca de la orientación que debo tomar. Por el contrario, cuando hablamos de la búsqueda de sentido, hacemos alusión más bien a una falta de visión que suele ser mucha más amplia.

La búsqueda de sentido incluye elementos de la propia identidad y, por lo tanto, del autoconocimiento, pero desde una perspectiva que abarca toda la persona y su dinámica general. Esto sin embargo, sin un encauzamiento concreto de donde pueda apoyarse para emprender un camino específico. No hay, pues, en estos casos, significados, sino deseo de ellos, búsqueda de sentido que pueda orientar a la persona hacia un camino de plenitud y felicidad.

El sentido de la búsqueda de Dios, en cambio, está circunscrito al ámbito del Ser Absoluto, de la plenitud de vida que un joven, en un determinado momento de su camino, percibe que puede encontrar viviendo, para el resto de sus días en este mundo, los valores propios de la vida religiosa en un carisma específico bajo una comunidad que lo acompaña. Ahora bien, ser conscientes de este deseo y dejarse llevar por esta fuerza superior no es automático en ninguna persona. Dicho de otro modo: hace falta dar contenidos a esta búsqueda, significados cada vez más concretos y objetivos, parámetros y apoyos que orienten y guíen el camino hacia la meta.  

Como formadores o acompañantes de aquellos que se acercan a nosotros con el deseo de Dios, y de entregarse a Él plenamente, propongo unos puntos sencillos y claros que puedan ayudarnos en la ardua y apasionante tarea de esclarecer y apoyar el sentido de la búsqueda de Dios en una persona concreta.

Necesitamos conocer la realidad de quién tenemos al frente

Es decir, de la persona concreta que se presenta. Esto lleva su tiempo, lógicamente. Por lo cual debemos ser pacientes al respecto. Enfocarnos en esto nos va a ayudar a entender cuál es su situación: si se encuentra en una búsqueda de Dios a la cual hace falta iluminar el sentido de la misma, o, por el contrario, si se trata de un caso de búsqueda de sentido. Esto nos permitirá saber cuál es el trabajo que debemos hacer, y cuáles son las posibilidades más o menos reales de la persona de poder estar recibiendo o no un llamado vocacional particular.

Dar sentido a la búsqueda de Dios es dar significado a nuestro deseo

Es decir, caer en la cuenta de qué y a quién estoy buscando. Conlleva conocimiento, discernimiento y decisión. Para potenciar estos tres elementos en el joven es importante “sensibilizar” en él el autoconocimiento, es decir, que la persona pueda escudriñar su propia historia e ir iluminándola con la Palabra de Dios y la fuerza propia del encuentro que haya tenido con la Persona de Cristo, el Señor. Es importante apoyar esta etapa del proceso con buenas lecturas espirituales, quizá historias de santos, que den ejemplos y modelos para el joven de procesos de autoconocimiento más o menos sólidos en la experiencia de vida cristiana.

Conocimiento, discernimiento y decisión

El trípode sobre el que descansa la propia estructura personal de cara a la vocación. Podríamos hacer un paralelo con las expresiones realidad, apertura y entrega. Son también como una especie de escalada “increcendo” sobre la cual la persona va integrándose y unificándose paulatinamente, y, por lo tanto, realizándose plenamente. Las implicaciones de cada uno de estos pasos las expondré en los siguientes artículos, dado su profundidad.

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