Finalmente, éste es un tiempo propicio para un primer y sintético conocimiento de la doctrina cristiana mediante el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica y para desarrollar la dinámica del don de sí en la experiencia parroquial y caritativa
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El candidato al sacerdocio no puede ignorar la realidad a la que está llamado a servir. La formación de un candidato al sacerdocio desde sus primeros años debe favorecer el desarrollo de un sentido de pertenencia a su realidad. En el caso de la formación diocesana es recomendable siempre que el seminarista sea consciente de la realidad en la que se encuentra su propia diócesis.
Para ello es necesario contar con el conocimiento adecuado de la historia de la diócesis, un contacto asiduo con el obispo y propiciar el encuentro con las diferentes realidades parroquiales juntamente con sus párrocos.
La misma Ratio insta a que desde la etapa propedéutica haya un contacto significativo del aspirante con la realidad parroquial que le ayude a generar también una pertenencia diocesana.
Es importante que en la propuesta formativa se acentúe el valor de la comunión con el propio Obispo, con el presbiterio y con la Iglesia particular, más aún considerando el hecho de que, actualmente, no pocas vocaciones provienen de diversos grupos y movimientos eclesiales, las cuales necesitan desarrollar vínculos más profundos con la realidad diocesana
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I. Parroquias y pertenencia
Los seminaristas de la etapa propedéutica tienen contacto con la realidad parroquial en muchas perspectivas. Vistan las parroquias y conocen planes pastorales, los diferentes grupos y las formas que sirven a la realidad con la que cada comunidad se enfrenta. No basta solo con un saber teórico, sino también con un acercamiento y un encuentro real que les permita ver y vivir la realidad en la que se desarrollan las diferentes comunidades parroquiales cristianas.
El encuentro con los fieles de una parroquia y con el párroco es un camino seguro para que el seminarista genere un sentido de pertenencia que le facilite identificarse con su realidad diocesana a la cual desea servir un día como pastor.
Los seminaristas, al conocer la realidad de su diócesis, sabrán discernir y asumir su formación con una entrega generosa siendo conscientes de los retos y exigencias que la realidad misma de sus comunidades les presenta.
II. La parroquia y el encuentro
Como una propuesta para poder ayudar a los seminaristas desde la etapa propedéutica a tener un contacto real con la diócesis, y así puedan discernir su paso al Seminario Mayor, se ha implementado un itinerario de visitas a las parroquias desde una perspectiva muy sencilla pero eficaz.
Cada domingo se propone visitar con toda la comunidad de propedéutico una parroquia distinta acompañados por el formador, de tal modo que, los muchachos puedan compartir en la celebración eucarística con la comunidad y sean presentados ante la asamblea como un incentivo vocacional, pero también como una sensibilización de los fieles para orar por las vocaciones sacerdotales para la Iglesia.
En la medida de lo posible se sugiere acordar con el párroco un momento de diálogo que pueda servir a los seminaristas como un incentivo y como una herramienta más para su formación y su discernimiento.
Por tanto, la propuesta va desde allí. El formador puede hacer un planing donde se distribuyan las diferentes parroquias para cada domingo, se trata de un encuentro muy sencillo pero significativo. Es conveniente que después de dicho encuentro se busque un momento de diálogo con los seminaristas para poder compartir impresiones y si fuese necesario resolver dudas.
Conclusiones
Estos encuentros son muy productivos, sin duda los párrocos y las comunidades lo agradecen, es bueno ver al seminario visitando a las parroquias fuera de las colectas típicas que suele haber o por razones muy específicas que tienen que ver con elementos extraordinarios.
Mientras más se genere una cercanía con las parroquias será positivo tanto para los seminaristas como para las comunidades que sentirán como parte esencial y suya la realidad del seminario. Es un intercambio enriquecedor para una Iglesia diocesana que tanto el seminario tenga un encuentro asiduo con las parroquias como que las parroquias entren en contacto con los seminaristas. Para la etapa propedéutica es clave, pues así los seminaristas pueden tener una panorámica general de la realidad por la cual están asumiendo su formación y pueden discernir más claramente su llamado a la vida sacerdotal.
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