A propósito de la LX Jornada de oración por las vocaciones, el operario Yolban Figueroa nos trae estas anotaciones sobre la oración del vocacional del presbítero.
El motivo de esta reflexión-aportación es la celebración de la LX jornada mundial de oración por las vocaciones, a celebrarse el domingo 30 de abril de 2023 o IV domingo de Pascua (domingo del Buen Pastor). No obstante, el contexto no constituye un límite para el contenido de esta reflexión, que es una realidad cotidiana de los presbíteros diocesanos. Esta es sólo la ocasión para compartirlo. Llevo tiempo preguntándome por el significado de la oración por las vocaciones, y por el significado de esta para un presbítero diocesano que además es formador de un seminario. En la comunidad diariamente rezamos juntos por las vocaciones al ministerio presbiteral siguiendo un cuadernillo que ha sido elaborado en casa. Pero este rezo –muchas veces hecho de manera inconsciente– me deja una desazón. Por lo tanto, comencé una modesta investigación sobre la oración por las vocaciones en la Tradición de la Iglesia, y simultáneamente me preguntaba por las implicaciones o repercusiones de la oración por las vocaciones en la vida de un presbítero. La síntesis de estos dos ejercicios, mediada por la relación con el Señor Jesús sacramentado en la oración y en la celebración de la Misa diaria, es lo que paso a ofrecer en este breve escrito.
Este texto no es un estudio sobre la oración por las vocaciones. Sobre este tema no es que exista una abundancia de trabajos, pero los hay y alguno bastante bueno. El Diccionario de pastoral vocacional (Eros Borile et al. [drs.], Salamanca 2005) contiene uno con la voz «Oración por las vocaciones» elaborado por Fortunato Siciliano, y aunque de manera muy concisa y comedida –generalmente solo con una intención pastoral– también ha sido un tema tratado en los distintos encuentros de agentes de pastoral vocacional celebrados en el orbe. Es mi opinión que en el tratamiento de este tema –que además es un mandato expreso del Señor Jesús (cf. Mt 9, 37; Lc 10, 2)– aún queda mucho por hacer, especialmente en lo que se refiere a su significado y a las incidencias en la vida de los distintos agentes de las comunidades cristianas.
Mientras que propuestas e iniciativas sobre su praxis hay muchas –algunas de las cuales se han visto afectadas por aquel fenómeno de la cultura reciente denominado «estacional» y por lo tanto sin apenas incidencia en la vida del cristiano–, sobre su valor en la identidad para la vida cristiana hay una escases penosa.
Oración
Respecto de la oración conviene recordar que esta no es sólo una acción –en cualquiera de sus formas– del creyente en función de tal o cual cuestión, sino que ante todo es una característica de su identidad: el creyente ora porque es un orante; y a su vez, es un orante el que ora. El hombre de Dios, esto es el hombre que es en Cristo, es un homo orans (cf. F. Perazzolo, Enciclopedia de la oración, Madrid 2014), o lo que es lo mismo, es la voz, la expresión, la palabra –o el verbo– que la creación entera eleva a Dios como respuesta a la palabra que Este le ha dirigido originariamente en su Hijo muy amado. De ahí que, el hombre que avanza hacia la nueva creación en Cristo, es la única palabra que adecuadamente corresponde a la que antes el Creador y Dios ha dirigido a su creatura. El creyente es un orante. Otra cosa será la forma, los tiempos y espacios en los que se exprese esta identidad irrenunciablemente suya. La conciencia de esta identidad –y la misma identidad– en el homo orans se acrecienta y se ensancha con la vivencia de lo que es: por el vínculo, que es el Espíritu, el hombre cristiano está unido a Cristo, y por este se dirige al Padre Dios. Y por el contrario, el hombre que no ora no sólo mantiene la conciencia bajo el reino de las tinieblas, sino que es un muerto que camina porque no es ante Dios («La oración es ser ante Dios», A. Cordovilla, «Como el Padre me envió, así los envío yo», Salamanca 2019).
Vocación
Sobre la vocación –y simplificando bastante las cosas– se puede afirmar lo que antes se ha dicho sobre la oración, que es una característica identitaria: el hombre es uno llamado por el Creador y Dios a la existencia (cf. Rm 4, 17b); es uno que ha recibido el ser, eso significa en el conjunto de la Revelación: el llamar de Dios y Creador. De manera que el ser humano en general –y el hombre espiritual en particular– es un homo vocātus. Por ser el hombre uno que ha recibido el ser –un llamado– puede comunicar el ser que ha recibido: puede reproducirse, puede llamar a su vez a otros para que sean. Pero sólo Dios puede crear seres distintos de sí, puede crear de la nada. El hombre sólo puede comunicar el ser que ha recibido. Dios ha llamado a ser en Cristo para ser y vivir en su Hijo muy amado (cf. Jn 6, 44). El creyente cristiano es un llamado que recibe la vida de Cristo y que a su vez la comunica: es un llamado que llama, o es un llamado para llamar (cf. Mc 1, 16-18; Lc 5, 1-11; Jn 1, 40-46). En general, los estudiosos están de acuerdo en que haber sido llamado por Cristo introduce en una dinámica que hace del llamado uno que ha de llamar, y esto con propiedad identitaria (cf. C. M. Martini, La llamada de Jesús, Madrid 1985; S. Guijarro, Vocación, discipulado y misión, México 2007), y el papa Francisco nos ha recordado que la misma Iglesia es la asamblea de los convocados (cf. Mensaje del santo padre Francisco para la 60 jornada mundial de oración por las vocaciones, Vaticano 2023), que tiene como misión llamar y en cuya acción ha de comunica el ser cristiano.
Una conclusión necesaria
Por lo considerado arriba, una primera conclusión a la que podemos llegar es que la oración vocacional es bastante más que repetir incansablemente una fórmula rogativa, muchas veces hecha sin conciencia y sin implicar a la propia persona que reza. La oración vocacional es más bien la progresiva toma de conciencia de lo que soy mediante una relación íntima y espiritual con Dios y con la comunidad cristiana, que va construyendo la identidad del creyente cristiano por la experiencia vital de ser y quehacer que se ha recibido como don de lo Alto.
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1Equivalente a «moda», aunque el «estacional» se diferencia de aquel en que es cíclico y por eso tiende a repetirse cada cierto tiempo o cuando se le requiere. Digo que en muchas propuestas e iniciativas de oración por las vocaciones se cumple el efecto estacional porque se limita a ser una acción –generalmente externa– que no implica ni compromete la identidad de la vida del creyente. Partimos de los dos términos que componen la expresión: «oración» y «vocación», cada uno de los cuales con un campo semántico muy rico, y no se diga si nos referimos a su significado teológico-espiritual, que es en el que aquí insistiremos. Luego pasaremos a exponer algunas repercusiones en la vida y el ministerio de los presbíteros diocesanos.
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