Pastoral de la Vocación

Este artículo está escrito por Mons. Mario Moronta

Todo obispo es Vicario de Cristo, a quien está configurado sacramentalmente por el Orden Sacerdotal. Una consecuencia clara de esta realidad existencial es el compromiso de actuar en el nombre del Señor. Así, todos los actos ministeriales, acompañados de su vivencia de cristiano, deben hacer sentir a todos que es un instrumento de Cristo. Hay, además, otra cosa importante: el obispo, al actuar en su nombre, debe imitarlo a Él.

EL OBISPO, AL ACTUAR EN SU NOMBRE, DEBE IMITAR A CRISTO

También en lo que se refiere a la formación permanente de su presbiterio ha de imitar al Señor Jesús. El texto de Lc 12,32 nos da una pista clara. Allí, el evangelista refiere unas palabras de Cristo, quien da una serie de enseñanzas a sus discípulos. En una manifestación de gran afecto, el Maestro los identifica como «mi pequeño rebañito». Esta expresión encierra al menos tres ideas. Una primera e importante reafirma la iniciativa de la elección de parte de Jesús. No se trata de un conjunto de discípulos que llegan por azar. Es Él quien los ha elegido, tal y como nos lo recuerdan otros pasajes evangélicos. La segunda, muy unida a esta anterior, muestra la idea de una comunión afectiva. El Maestro no es distante, sino que hace suyo el grupo a quien le demuestra el cariño particular al identificarlos como «pequeño rebañito». Y, en tercer lugar, nos es fácil ver que a ellos les dedica tiempo para recomendaciones y particulares. En otro momento, se reconocerá que les dedica tiempo oportuno para revelarles el designio del Padre Dios y los misterios del Reino.

JESÚS IDENTIFICA A SUS DISCÍPULOS COMO SU «PEQUEÑO REBAÑITO»

Lo antes expuesto muestra lo que debe ser el retrato de un obispo en relación con su presbiterio. No hay que considerarlo como si se tratara de una institución más en el ámbito eclesial. El presbiterio debe ser sentido, asumido y considerado por el obispo como su «pequeño rebañito». No en vano, sus miembros son considerados como sus «próvidos cooperadores». La primera y gran preocupación de un obispo tiene que ser el cuerpo presbiteral, a cuyos miembros debe considerarlos amigos y hermanos con cercanía, dedicación y altísimo afecto. Desde esta perspectiva, como lo hizo el Maestro de Galilea, tiene que preocuparse de su formación permanente integral. Ello implica, además de organización y metodología, actuar con afecto y buscando su crecimiento en todos los sentidos.

EL OBISPO HA DE ACTUAR CON EL PRESBITERIO, «SU PEQUEÑO REBAÑITO»,
CON AFECTO Y BUSCANDO SU CRECIMIENTO EN TODOS LOS SENTIDOS

Clave en todo esto, como lo vemos en Jesús, es el cariño, la cercanía y la amistad con la que el obispo realiza su tarea de Maestro de su «pequeño rebañito». Es clave si se quiere cumplir con todo que encierra el ministerio Episcopal. Clave si se quiere producir frutos de evangelización en su Iglesia local. Clave si se quiere continuar la obra de Cristo en la historia humana. Clave si se quiere promover frutos de santificación en el presbiterio y en la Diócesis, ya que se compartirá sin condiciones ni obstáculos la llamada a ser santos. Clave si de verdad el obispo quiere ser un auténtico Vicario de Cristo. Entonces el obispo, sin duda, hará de su presbiterio un medio para continuar entre la gente su servicio al estilo del Pastor que se apoya en su «pequeño rebañito».

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